En ocasiones pretendo vivir como un cangrejo ermitaño; estar en mi casa, ver crecer los limoneros, encender la chimenea y enloquecer quedamente con mis libros, como el caballero de la obesa figura. Pero somos hijos de nuestro tiempo y, entre las sugerencias que me ofrece Youtube, hay todo un surtido de ganadores, de self made man, que se empeñan en darme consejos sobre cómo conquistar mujeres y cómo ganar pasta para comprar Lamborghinis.
Entre todos estos machos alfa, uno destaca especialmente, Andrew Tate, campeón de mundo de kickboxing, ajedrecista, millonario, playboy… admiro a cualquier persona capaz de subirse a un ring, este hombre además es articulado y entretenido. Y creo que su consejo más valioso es el de sustituir la motivación por la disciplina. Hacer las cosas porque hay que hacerlas. Lo que no comparto con él —ellos— es esa insana obsesión por el dinero, ni su visión de las mujeres. Hablan de poder, y coincido con ellos en que todo individuo debería aprender a defenderse y a desarrollar su fuerza física y mental lo máximo que pueda.
Pero… ¿quieren saber algo del poder? En la habitación de Marco Aurelio tan solo había un camastro, una lucerna, una mesa y muchos libros. Fue en su tiempo el hombre más poderoso del mundo, y además un sabio. Debemos instilar ambición en los jóvenes, no materialismo. El motor ha de ser querer ser astronauta, no conducir Bugattis. No hay ningún objeto que llene el agujero que tienes dentro. En unos años, estoy seguro de que el propio Andrew Tate, hastiado de trastos caros, te dirá lo mismo: ocúpate del alma.