Víctimas del incendio de Barbanza: «Quixen ir soltar os cans e case morro eu tamén»

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez RIBEIRA/ LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

Juan García perdió a sus seis perros en el incendio que ha arrasado más de 2.000 hectáreas

07 ago 2022 . Actualizado a las 13:05 h.

El panorama que deja en el monte un incendio de las dimensiones del que estos días tiene en vilo a Barbanza es desolador, pero a cualquiera se le caería el alma a los pies al ver la finca que Juan García tiene en Oleiros. Sus caballos husmean entre los restos de lo que, hasta el viernes, eran su hogar, sus cuadras. Ahora, solo queda una estructura metálica. Justo detrás, pegada a un monte calcinado, otra estructura. Era la perrera donde se resguardaban los seis canes que tenía Juan y que se acabó convirtiendo en una trampa mortal para ellos ante la impotencia de su dueño: «Quixen ir soltar os cans e case morro eu tamén».

Junto al lugar donde ayer por la mañana encontró a sus animales completamente carbonizados hay un perro. Es de los vecinos, siempre anda por allí jugueteando con los de Juan: «Non se quere ir, está esperando a que volvan». Pero no van a volver, y su dueño lamenta no haber tenido tiempo para sacarlos del infierno en el que se convirtió su finca en cuestión de minutos. «Foi cousa de cinco minutos. Avisou meu cuñado de que se estaba achegando o lume, aínda estaba lonxe, pero cando cheguei xa non me deu tempo de abrir as canceiras. Non se vía absolutamente nada, coñezo a miña finca como a palma da man e non sabía nin por onde ía».

Por suerte, los caballos no estaban en las cuadras, así que pudo abrir el portal de la finca y salieron corriendo. Cuatro se perdieron en la huida, dos aparecieron durante la noche y los otros, ya por la mañana. Con su finca en llamas, Juan García contó con la ayuda de sus vecinos: «Os de Casa Hermo portáronse moi ben e deixáronnos ter os cabalos alí, e logo levámolos para a horta do cura». Pasó la noche en vela, llevando los animales de un lado a otro para que estuvieran a salvo.

Con la luz del día, volvió para ver cómo estaba su propiedad: «Claro que me amola que estea todo queimado, pero o que máis me doe son os cans». Y relata de nuevo su angustiosa huida el día anterior: «Non puiden nin achegarme ás canceiras. Collín o coche e en vez de ir polo camiño quedei enganchado nunhas pedras, non sabía por onde ía, só sentía golpes».