Pinchazos

Alicia Fernández LA CRIBA

BARBANZA

05 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No es nada nuevo, todo lo contrario, tan viejo como la humanidad. Supongo que cuando algún homínido correteaba por Atapuerca o —bastante más tarde— un adelantado a su época emborronaba las paredes de la cueva de Altamira, algún coetáneo hacía sus pinitos intoxicando el ambiente con la sibilina intención de aprovecharse de la confusión creada.

Miles de años después seguimos a lo mismo. La última viene servida con la alarma creada —a día de hoy sin que exista constancia oficial o datos que la avalen— por los supuestos pinchazos que reciben personas —sobre todo mujeres jóvenes— en aglomeraciones con el fin de que pierdan consciencia para así abusar de ellas.

Esta semana, en una de las actuaciones de la fiesta del Albariño, se desató el alarmismo en las redes sociales por el supuesto elevado número de casos, al punto de que el Concello de Cambados y las fuerzas del orden tuvieron que hacer un desmentido. Los desvanecimientos eran los propios de largas esperas y las altas temperaturas de la época.

Pero la bola de nieve ya rodaba, sobre todo en las redes sociales. Los salvapatrias, especialistas en todo, radicales y oportunistas se sumaron a ella con la consabida batería de avisos urgentes, encendidas proclamas, consejos por docenas y completos manuales de qué hacer en su caso. Algo nos intentarán vender a cuenta de ello, no lo duden; sea un servicio o una idea. Porque estos esbirros, alérgicos al trabajo, solo se mueven por su interés.

En estas situaciones la prudencia y el sentido común suelen ser los mejores consejeros. Lo que nunca se debe hacer sin comprobarlo es ayudar a propagar bulos y crear alarmismo.