Las fiestas de Aguiño y los corazones rotos

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla SEÑORÍO Y VALORS

BARBANZA

Imagen del icónico Carreiro de Aguiño
Imagen del icónico Carreiro de Aguiño CARMELA QUEIJEIRO

«Si en las cunetas de San Pedro de Muro se escribió el final de la pandemia, este sábado en Aguiño quedó claro que lo único que ahora nos saca el sueño es una noche de verbena»

11 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni inflación, ni guerra en Ucrania, ni coronavirus. Si en las cunetas de San Pedro de Muro se escribió el final de la pandemia, este sábado en Aguiño quedó claro que lo único que ahora nos saca el sueño es una noche de verbena. Niños y no tan niños dispararon con escopetas en las barracas; adolescentes y no tan adolescentes enfilaron el camino al puerto para hacer botellón; jóvenes y no tan jóvenes aguantaron hasta que el pinchadiscos, en un ejercicio de absoluta cordura, apagó la música y mandó a todos para casa.

Si durante dos años el drama fueron los fallecidos por el virus, en Aguiño los llantos los motivaron los corazones rotos. Despedazados, así me los crucé cada vez que me alejé del bullicio y me fui topando con jóvenes desconsoladas que sollozaban abrazadas a sus amigas. Quise decirles que no se preocuparan, que quien les hace daño es porque no las merece y que algún día encontrarán a la persona que les sacará cada mañana una sonrisa. Pensé en recordarles que las cicatrices muestran dos lecciones: que nos han herido, pero también que nos hemos curado. No lo hice, claro, temí que me denunciaran y acabar la noche en el calabozo. En este mundo ya no queda hueco para los poetas.

Había tantas ganas de volver a lo de antes que nos olvidamos que la vida no era perfecta. Tampoco las verbenas. Yo sigo escuchando un zumbido que me martillea el oído izquierdo, pero lo peor es que mucha gente descubrió que hay ocasiones en las que el riesgo que se corre no es que te peguen un bofetón a lo Will Smith, sino que te rompan el corazón. Y para más inri, que te ocurra delante del palco de las fiestas de Aguiño. Eso, como al coronavirus, no se lo esperaba nadie.