Políticos en tirolina

BARBANZA

07 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

T odos conocemos qué es y en qué consiste una tirolina. Y como no sabía su origen, me acabo de documentar y ahora sé que su nombre proviene de la región del Tirol, allá por los Alpes de Austria y de Italia.

El funcionamiento es bien fácil; por medio de la tirolina, uno puede desplazarse cómodamente, colgado de un cable y dejándose deslizar por medio de una polea. Hay que subir a un árbol, engancharse y dejarse llevar por la pendiente, hasta llegar al final del trayecto. El esfuerzo es mínimo, pero el aterrizaje puede ser violento, si no cuidamos a quienes mantienen la tirolina. Y en eso radica el arte del usuario del que hablaré a continuación y del que supongo avezado en estas lides.

Imaginémonos un viaje en tirolina de una persona que decide vivir de la política, sin haber realizado previamente trabajo alguno que se le conozca. Bien, lo primero que debe hacer es trepar a un buen árbol que en política se le suele llamar caballo ganador; pues hay árboles más enclenques que no sirven para viajar en tirolina, por el riesgo de que se doblen y no permitan fijar el cable con la suficiente tensión. Lo segundo es ser servil; no ofrecer resistencia y comulgar con ruedas de molino, cual ángel sí señor, ante cualquier consejo de los que dirigen el sistema, hasta alcanzar la suficiente velocidad que permita a nuestro vividor político, decir adiós a quien le ayudó a trepar al árbol.

En este momento, el sujeto ya puede considerarse un trepa. O sea, ya sabe cómo hacer que otros le ayuden a subir la cuesta para deslizarse una y otra vez hacia la meta que tiene al otro extremo de la tirolina, que está a unos cuatro años de distancia.

Claro que luego hay que subir de nuevo para volver a deslizarse. Y llegados a este punto, el personaje que decide vivir de la política, debe recurrir a alguien que le ayude a subir la pendiente para llegar al árbol del que partió. Solo subir la pendiente, porque lo de trepar ya lo domina perfectamente.

De nuevo colgado del cable, iniciará el último descenso, que debe realizarse dentro de los doce meses anteriores a las elecciones. Y en este importante proceso de deslizamiento, desde la altura de la que parte, el político debe empezar a regalar prebendas y abalorios a tutiplén, sin regatear en efusivos saludos e irrealizables promesas, tales como «déixao da miña conta», para que los incondicionales le ayuden de nuevo en el ansiado y necesario remonte.

No falla. Allá van todos sus creyentes a favorecer al político en cuestión, sin querer reconocer que lo único que el sujeto hizo en su vida, fue: no dar un palo al agua, vivir de la política trepando al árbol del poder y dejarse deslizar en tirolina. Esperen y verán que pronto empiezan algunos a seguir estos consejos.