Las escaleras de la alameda

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

carmela queijeiro

«No sé por qué, hacía buen día y me senté en las escaleras de la alameda, allí donde solíamos sentarnos cuando éramos jóvenes hace un par de siglos»

23 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No sé por qué, hacía buen día y me senté en las escaleras de la alameda, allí donde solíamos sentarnos cuando éramos jóvenes hace un par de siglos. Hacía mucho que no me sentaba ahí. Es un lugar privilegiado para disfrutar del desfile. Hay abuelas, padres, adictos, bebés, vecinos de siempre, recién llegados y viejos desconocidos; caminando cada uno con su historia bajo la fantasmal sombra de la palmera invisible.

De entre las gentes que pasaban por allí, me llamó la atención un grupo de adolescentes llenos de acné, dudas y ruido. Llenos de energía. Pensé que les quedaba todo por delante, todo por vivir, el mundo para ellos, y quizá, como yo, nunca olviden esta alameda. Casi quise decírselo «chicos, no sé lo que os deparará este viaje pero estoy seguro de que vais a dejar un trocito de alma en este lugar. Y, vayáis donde vayáis, volveréis por aquí algún día y ese día ya no usaréis los bancos como porterías, sino para sentaros a mirar cómo la vida pasa».

Y sentí unos celos bondadosos, de querer volver a estar, aunque solo fuera una tarde, con los viejos amigos del colegio sentado en estas escaleras, con pipas y un balón, hasta sentir la belleza triste de la puesta de sol mandándonos para casa. Aquí me dejé un trocito de alma. Vivimos en esta escalera tanto como ella nos vivió, vivió a través de nosotros. Vive y se expresa a través de esta hoja, a través de mí que la escribo y a través de ti que la lees y recuerdas cuando estuviste allí. Vamos hacia donde la vida nos lleva... pero siempre vendremos de estar sentados en las escaleras de la alameda.