La noche se desmadra en Barbanza

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Foto de archivo de un coche patrulla por las calles de Ribeira
Foto de archivo de un coche patrulla por las calles de Ribeira CARMELA QUEIJEIRO

Hosteleros y fuerzas del orden afirman que el ambiente está al rojo vivo, con episodios de peleas, enfrentamientos con la policía y actos de vandalismo

28 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Una paliza a un joven de 19 que acaba ingresado en el Hospital Clínico de Santiago, una agresión a varios policías locales que acudieron a una fiesta ilegal, lanzamientos de botellas a coches patrulla, actos vandálicos contra mobiliario público y vehículos. En definitiva, desmadre. Así dibujan diversos colectivos barbanzanos en qué se ha convertido el ocio nocturno desde principios de verano. Frente a lo que cabría esperar, incluso desde la hostelería piden oxígeno, que se abra la mano, porque los pocos locales disponibles no dan abasto ante el aluvión de jóvenes que se agolpan a sus puertas.

«Despois de tantos meses encerrados saíron coma tolos, non hai maneira de paralos», apunta un hostelero barbanzano, que, al igual que muchos otros, se plantea si merece la pena seguir abierto. Que los chavales están fuera de control lo asegura un policía de la zona, que entiende la problemática: «Viene porque los chavales no han podido hacer nada en meses. Ahora se va abriendo la mano poco a poco y ante cualquier señal de restricción se ponen como locos».

Afirma que «no había pasado nunca. No te ven como un agente de policía, eres un represor. Muchas veces intentas hablar con la gente, darles a entender que no pueden hacer ciertas cosas, pero no lo entienden». «Es imposible hacerles frente. El ambiente está caldeado, y la gente, crispada», asegura otro agente de la Guardia Civil que reconoce que «la gente tiene ganas de salir. Si hay un local abierto hasta las tres de la madrugada, van todos para allí. Si hay un municipio en el que permiten hacer fiesta, se reúnen en esa fiesta. Al final hay aglomeraciones y problemas».

Multas

«Hay chavales que están hasta las narices. Les da todo igual. Les dices que se tienen que ir para casa, pero les da completamente igual. Te dicen que los denuncies, que no se van para ningún lado», afirma el funcionario, que cree que «no estamos para esto. La Guardia Civil no debería estar para estar corriendo detrás de niños de 16 años o de 20. Esto tienen que solucionarlo los políticos, viendo los ingresos hospitalarios, y las familias».

Con optimismo afrontan los hosteleros del ocio nocturno de la zona la medida de reabrir las discotecas. «Tal y como estamos hay muy pocos bares abiertos. Al final te encuentras con decenas de chavales en la puerta, pero no puedes superar el aforo. Como no entran hay problemas fuera, porque algunos traen altavoces y los vecinos se enfadan. Beben, la policía aparece y ya hay lío», destaca otro hostelero barbanzano.

Como él, son bastantes los que han dejado de poner música e incluso cierran antes del horario permitido. Creen que es la única manera de no meterse en problemas y evitar multas. Eso sí, la solución, apuntan, pasa por recuperar la normalidad. O la noche seguirá desmadrándose.

CARMELA QUEIJEIRO

«Estamos perplexos, pero cremos que é algo puntual»

Para Olegario Sampedro, doctor en Psicología y director del Instituto de Mediación Educativa de Ribeira (IMER), los conflictos que se registran últimamente en Barbanza y Galicia tienen su explicación en las restricciones de los últimos dos años: «Estamos perplexos, pero cremos que é algo puntual. Hai un desaxuste social clarísimo, sobre todo na xente máis nova, que está farta de tanta normativa. No momento en que pensan que xa teñen liberdade, enfróntanse a todo aquel que lles pon novas restricións».

Es así como explica los episodios que se han vivido contra agentes de policía: «A sociedade viviu un fenómeno de confinamento único, no que houbo unha represión da conduta, e control dos horarios e do comportamento. Tivemos que modificar toda a nosa forma de vivir, e para os máis mozos foi un drama. Estiveron ‘presos' e agora, cando saen, fano como se non houbera nada máis. Eles teñen enerxía, pero a veces poden ter exceso dela».

Admite que el alcohol y las drogas pueden ser potenciadores de conflictos y malos comportamientos, y que la pandemia acrecentó las «patoloxías psiquiátricas. No IMER fixemos estudos, e a xente que tiña calquera trastorno de índole social ou emocional veu como eses problemas aumentaban».

También docente en el instituto Número Un de Ribeira, admite que los jóvenes «ao final adáptanse, pero hai máis tristeza no ambiente. Somos dunha cultura mediterránea, na que a distancia da intimidade é máis preto. De repente tes que estar a dous metros dos demais».

El psicólogo ribeirense admite que cree que es algo pasajero, que se solucionará conforme se vayan adoptando medidas de cara a la normalidad: «Chegará un momento no que todo volverá ao seu sitio. Levamos dous anos sen conflitos. Entendo que estes terremotos son pequenos sismos. Hai tantas normas que xa nos perdemos, e cando iso pasa, hai desaxustes. Pero considero que non pode haber alarma social».