Fuentes ornamentales

José Vicente Domínguez
José Vicente Domínguez LATITUD 42°-34?, 8 N

BARBANZA

15 jul 2021 . Actualizado a las 05:20 h.

La materia ni se crea ni se destruye, se transforma. ¿Quién no estudió en el viejo bachillerato esta teoría, la de Lavoisier? Pues eso mismo puede pasar con los pueblos. Si nos fijamos en nuestros concellos cercanos, podemos ver como intentan potenciar su natural belleza, añadiéndoles componentes ornamentales que enriquecen sus plazas y sus puntos más significativos cual escaparates con los que, además de alegrar a los lugareños, encandilan a los visitantes. Y hoy les hablo de fuentes.

Durante mis viajes profesionales, he tenido la suerte de disfrutar la belleza de la fuente de la Riqueza, de Singapur; de la espectacular Dubái Mall; la fuente mágica de Montjuich; la Jet d’Eau de Ginebra, cuyo enorme chorro sobrevuela toda la ciudad y, como no, la bellísima Fontana de Trevi, en donde, echando una moneda de espaldas forzosamente se vuelve a Roma.

Disculpándome por presumir de mi suerte viajera de antaño, y ahora que la canícula veraniega nos invade de cuando en vez (más de lo que algunos quisieran y menos que los que otros desean), visito concellos vecinos, solazándome de ver los chorros de agua de algunas fuentes ornamentales tal que la de la alameda de A Pobra, la espectacular estructura de A Cachada de Boiro o la singular fuente de Rianxo. También para gustos está la de Porto do Son, popularmente bautizada por el sabio ingenio popular como Fonte das Cachas.

Y, ¿qué me dicen ustedes de la fuente ornamental de Ribeira? No, no hablo de la de O Rueiro, con sus bien labradas piedras y sus humildes caños dorados. Me refiero a la de Pedra Pateira; esa que la información municipal describe como «fuente de grandes dimensiones», como si lo grande siempre fuese bello. Y, créanme, no estoy pensando en el edificio del frente marítimo que ensombrece media ciudad de Ribeira.

Tal vez por mis años en el viejo colegio Bayón, siempre me acompañó la idea de una bella fuente ornamental en Padín, en lugar de esos antiestéticos contenedores. Pienso que daría un poco de lustre a la entrada de Ribeira y, puesto que lo bello entra por los ojos, aumentaría las ganas de volver a la ciudad. Y, de verdad, no sería necesario que fuese «de grandes dimensiones».

Del mismo modo que la materia puede transformarse, yo considero que también la naturaleza puede ganar enteros si la dotamos de elementos decorativos en consonancia con los espacios y la importancia de los pueblos. Pero seguro que hay ideas mucho mejores.