Cuando los populares eran de izquierdas

José Vicente Domínguez
José Vicente Domínguez LATITUD 42°-34?, 8 N

BARBANZA

24 jun 2021 . Actualizado a las 10:27 h.

Si hablamos de los primates, nos estamos refiriendo a algo que ocurrió hace unos 70 millones de años, mes arriba mes abajo. Pero si lo comparamos con el inicio de las facciones políticas que dieron en convertirse en partidos, al estar hablando del año 80 antes de Cristo, comparativamente, es como si fuera ayer. Ese ayer romano que nos dominaba antes de la venida de suevos, vándalos, alanos, godos, visigodos, ostrogodos y los casi ocho siglos de influencia de los árabes y moros del norte de África. Esa herencia romana es la cuna y alma de nuestra cultura. Naturalmente, sin que debamos dejar atrás la hegemonía de la Iglesia que, no por casualidad, sigue teniendo su sede en Roma. ¿Y? Pues eso, que allí nacieron los partidos políticos.

Según nos cuenta la historia, en el Senado romano surgieron dos facciones políticas que se disputaban el poder con diferentes enfoques sociales. Unos eran los llamados optimates y los otros populares. Los primeros, equivalentes a la derecha del PP y los segundos, a la izquierda del PSOE. Al igual que ahora, ambos pugnaban por llevar el gato al agua de sus ideas. Los optimates, nobles y de familias ricas, controlaban la Administración y no querían plebeyos en sus filas; defendían elevados tipos de interés, no aceptaban personas sin apellidos ilustres o carentes de pedigrí y negaban la nacionalidad a grupos de individuos de otros territorios o incluso de otras provincias. En cambio, los populares, los buenos de la película de entonces, eran partidarios de facilitar la ciudadanía a comunidades externas a Roma. Como verdaderos patrones de las clases menos favorecidas, propugnaban por distribuir el grano entre los humildes; repartían tierras a campesinos que careciesen de ellas; fijaban precios máximos para evitar los abusos; subvencionaban a los necesitados proletarios… Y ambos acabaron enzarzados en una cruel guerra que ninguno ganó pues quien acabó perdiendo fue el Imperio Romano.

Ya ven ustedes como, en poco más de dos mil años (comparados con el origen de la humanidad no es nadita), un simple nombre puede albergar tan diferente significado. Los populares de ahora podrían ser los optimates de entonces y viceversa. ¡Qué bien nos vendría a todos que los actuales populares abandonasen el traje de optimates y, volviendo la vista atrás, al populi que dio origen a su nombre, arrimasen un poco el ascua a las sardinas de los demás, ahora que estamos en San Juan.

Al igual que en tiempos pretéritos, optimates y populares parecen llamados a no entenderse. Aunque, como dice Pedro Navaja, «la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida». Y a veces, el desapego de los votantes podría hacer el milagro.