Desde hace cuatro días a los amos del fútbol mundial les interesa eso que han calificado de «fútbol humilde». ¿Pero a qué se refieren?
27 abr 2021 . Actualizado a las 10:19 h.Desde hace cuatro días a los amos del fútbol mundial les interesa eso que han calificado de «fútbol humilde». ¿A qué se refieren? ¿A los jugadores multimillonarios de Primera División o a los menos ricos de Segunda División? Solo hay que hacer un chequeo rápido a los sueldos de los 42 equipos profesionales para entender que humildes -económicamente- no hay ninguno. El salario mínimo en la máxima división es de 155.000 euros, el de su hermana pequeña, de 77.500. Ambas cifras colocarían a cualquiera entre los asalariados con mayores ingresos de España. Y también de Europa.
Está claro que lo último que interesa a los clubes fundadores de la Superliga, o a la UEFA y a la FIFA es el fútbol humilde. Porque no saben qué es realmente. El chaval que sale pitando del instituto o de clase de inglés para entrenar en un equipo de Segunda Regional es fútbol humilde. El adulto que madruga y cumple su jornada laboral antes de ir al campo y llegar a medianoche a casa también es fútbol humilde. Pero en Tercera División o Preferente no hay derechos de televisión multimillonarios. Ergo, ¿a quién le importa?
Entre el fútbol de caviar y yacusi, y el de vestuarios sin agua caliente y campos que parecen arados para plantar patatas, veo más amor al deporte en el segundo. Siento que la grada vibra más en Barraña que alguna -o la mayoría- de Primera División. ¿Será que al primero vas por pasión y al segundo por los focos y el supuesto espectáculo? En este fútbol profesional en que los entrenadores con su big data nos han dejado sin espacios, goles y magia, prefiero el humilde. Pero el de verdad. Ese en que el delantero falla goles cantados y madruga el lunes para trabajar. A pesar de los moratones por batirse el cobre con el central. Eso sí que es de Superliga.