«Todos temos medo ao covid, pero estamos ben coidados e xa necesitabamos saír»

Ana Lorenzo Fernández
ANA LORENZO RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

Ir a la compra, a la peluquería o a dar un paseo por el centro del pueblo son algunas de las libertades que han recuperado los usuarios del centro de mayores de A Pobra

06 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca se suele valorar lo que se tiene hasta que se pierde. El coronavirus ha obligado a replantearse la forma de vida de todos, y las personas mayores que están en residencias han visto como transcurrían los meses encerradas, sin ver a sus familiares, y con el temor de que podían irse antes de tiempo si se contagiaban. Después de recibir la vacuna contra el covid y de que la situación epidemiológica mejorase en toda Galicia, los usuarios de estos centros han comenzado a recuperar algunas de sus libertades. Su nueva normalidad incluye actividades que antes eran cotidianas, pero que en este último año se han convertido casi en excepcionales.

Ir al supermercado, a la peluquería o simplemente a dar un pequeño paseo por el centro del pueblo son algunos de los nuevos privilegios que se pueden permitir los residentes en el centro de A Pobra, siempre y cuando lo soliciten previamente y extremen las medidas de precaución. En septiembre se cumplirán dos años desde que Fina Cortés entró por la puerta de esta residencia. Nació y vivió gran parte de su vida en la plaza de Cuatro Caminos de A Coruña y no conocía ni el municipio pobrense ni las instalaciones para mayores, pero confiesa que se siente muy a gusto desde que se instaló en la villa barbanzana. «O confinamento pasámolo como en todos lados, encerrados. Todos temos medo ao covid, pero estamos ben coidados e xa necesitabamos saír. Aquí tivemos moita sorte porque o fixeron ben», confiesa Fina, que estos días cruzó por primera vez la puerta para poder hacer unas pequeñas compras e ir a la peluquería.

En las últimas semanas pudo airearse un poco, «porque cando facía sol podíamos dar un paseo arredor do centro, pero nada máis». Así que cuando tuvo que recorrer una distancia más larga, le costó un poco, «porque case levamos un ano sen saír». Aunque ha recuperado estas pequeñas actividades, todavía le falta cumplir un deseo: poder ver a su familia. Pese a que habla todos los días con ellos, no ha querido que vengan a visitarla porque considera que estar solo una hora con ellos no es suficiente, y prefiere esperar para que, cuando se reencuentren, puedan disfrutar de más tiempo juntos.

«Aínda que esteas coa familia, agora é moi distinto. Xa non hai esa intimidade con eles, poder abrazalos. Iso acabouse»

«Cando poda, farei como antes, que pedía permiso e íamos comer fóra. Viñan tres ou catro e pasabamos o día, pero agora, para estar só unha hora, prefiro que non veñan», reconoce Fina Cortés, que echa de menos la normalidad que tenía antes de que el coronavirus pusiera todo patas arriba. «Aínda que esteas coa familia, agora é moi distinto. Xa non hai esa intimidade con eles, poder abrazalos. Iso acabouse e non sei se volverá».

CARMELA QUEIJEIRO

 Cerca del mar

El que ya ha podido reunirse con varios de sus nietos es Manuel Martínez, un vecino de Muros que pasó más de media vida en la marina mercante y que cuando entró en una residencia del interior de Lugo no aguantó ni dos meses. No quería morirse sin volver a ver el mar, así que pidió el traslado y se vino para A Pobra.

Aunque desearía llegar hasta la playa, por el momento se conforma con caminar por el paseo que está al lado de la residencia, donde todos os días «vou visitar aos meus parrulos. O mar tamén pode verse desde aquí», apunta este muradano, que el lunes cumplirá 89 años.

Dice que el confinamiento fue muy diferente a estar embarcado. «Nunca vira nada así, só lembro de pequeno cando fora o do tifus, pero nada como isto», apunta Manuel, que ya empieza a acostumbrarse a la nueva normalidad.