La duna y los negacionistas

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla BARRIO DEL PIGNETO

BARBANZA

15 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La pandemia del covid ha dado alas a los negacionistas. Primero, con el virus, que no existía -mientras escribo esto supera los 2.380.000 muertos-, luego, con la vacuna, que era un truco de Bill Gates para controlar el mundo. ¿Cómo si no lo hiciera ya, no? Je, je.

Dijo Hannah Arendt, filósofa judía-alemana que huyó a EE.UU. escapando de los nazis, que «las mentiras resultan a menudo mucho más verosímiles y atractivas para la razón que la realidad. Quien miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia desea o espera oír». Ella lo vivió en sus carnes. El mal de Alemania no fueron los judíos. Fue la Primera Guerra Mundial, las sanciones y la hiperinflación.

Hace días publicamos un resumen de un artículo científico sobre la duna de Corrubedo que afirmaba que perdió más de 250.000 metros cúbicos en 12 años. La cifra me llamó la atención y contacté con el autor. Le dije que muchos creíamos que era la sobreprotección lo que había dilapidado la duna. Quien me conozca sabe que no soy un fervoroso ecologista. Me respondió que la mano del hombre no solo se ve cuando alguien se tira por ella. Sino que muelles y presas imposibilitan que la arena que antes llegaba a la duna ahora no lo haga. Si por cada gramo que salía venía otro, eso ya no ocurre.

A muchos no les vale la explicación. Nos pasa como con el covid. Compramos explicaciones que encajan con nuestra forma de ver el mundo, por ejemplo, que el virus fue creado en un laboratorio chino para destruir Occidente. Olvidamos que todos, desde el hombre más insignificante al más poderoso, «solo somos un mono con un plan», que dijo Ravikant. A la naturaleza le damos lo mismo. Aunque lo neguemos.