A falta de grandes viajes, los ciudadanos tienen la oportunidad de profundizar en la inmensa riqueza que tienen al lado de casa

Marta Gómez

Tras casi un año de pandemia, el hastío por las restricciones y la imposibilidad de viajar por las limitaciones a la movilidad comienzan a hacer mella hasta en el ánimo de los más optimistas. Sin embargo, el régimen de semiconfinamiento impuesto por las autoridades permite desplazarse dentro del propio municipio, y eso abre un abanico de posibilidades mucho más amplio de lo que la mayoría podría pensar. Es posible que la próxima semana se suavicen un poco las medidas anticovid, y a falta de destinos más exóticos, Barbanza puede ser una gran vía de escape para las ansias por conquistar parajes desconocidos. La comarca está llena de rincones más o menos secretos con los que redescubrir el territorio más próximo y reconciliarse con la naturaleza.

A tiro de piedra

El encierro forzado por el covid ha llevado a buscar espacios abiertos, verdes y poco transitados, y de eso en Barbanza hay de sobra, y además existen rincones y elementos destacados que bien merecen una visita. Para ver algunos de ellos ni siquiera es necesario desplazarse. Un ejemplo claro es el parque periurbano de San Roque, al que se puede llegar andando desde el centro de la ciudad de Ribeira y que, además de ser el pulmón verde de Santa Uxía, ofrece curiosidades como ejemplares de árboles autóctonos procedentes de las demás comunidades autónomas del Estado.

MARCOS CREO

Ejemplares singulares

Aunque solo las araucarias de la Casa do Marqués de Noia figuran en el catálogo oficial, Barbanza cuenta con una dignísima selección de árboles singulares que bien podrían formar parte del listado autonómico. Están a plena vista, pero no siempre se repara en los imponentes magnolios de los jardines Felipe de Castro de Noia. Hubo varias iniciativas para protegerlos, y basta un dato para hacerse una idea de su envergadura: una rama que se desprendió de uno de ellos hace un año pesaba tres toneladas.

Unos tres siglos se calcula que tiene un carballo situado junto a la iglesia de San Cosme de Antes, en Mazaricos, y también destacan los alcornoques que dan sombra en el entorno de la capilla de San Lourenzo, en Lousame, un lugar conocido por los vecinos de Tállara que en tiempos precovid celebraban una romería en la zona, pero cuya existencia ignoran muchos barbanzanos a pesar de las vistas que ofrece de la ría de Arousa.

Alvite

Mención aparte merece la Devesa de Anllares, la más occidental de Europa y uno de los bosques atlánticos mejor conservados que se extiende durante cientos de hectáreas de la parroquia de Colúns. Al pie del río Xallas, sigue siendo uno de los lugares más desconocidos.

Panorámicas sobre el mar

Pocos saben también cómo se ha revalorizado el monte San Lois y su mirador sobre la ría de Noia en los últimos años, un lugar que ofrece una panorámica privilegiada que también tiene un gran valor patrimonial por la existencia de un castro y petroglifos.

Aunque para mirador privilegiado, el del pico Muralla, que se ha convertido en un auténtico polo de atracción con la construcción de una pasarela suspendida que ofrece unas vistas realmente espectaculares.

Visita obligada

Y aunque no son secretos sino que podría decirse que son conocidos por el común de los mortales, hay enclaves en Barbanza que son una visita obligada para vecinos y visitantes. El castro de Baroña, por su situación sobre el mar embravecido, sus espectaculares murallas y su excepcional conservación, merece el esfuerzo del camino a pie hasta él. Sin olvidar el monte Pindo, una imponente masa de granito que por algo es conocida como el Olimpo celta.

MARCOS CREO

Y otro enclave natural cada vez menos secreto son las piscinas del río Pedras, en A Pobra, que a pesar de los difíciles accesos, ya no solo atraen a bañistas en verano, sino que son muchos quienes aprovechan la tregua de la lluvia en esta época para recorrer los senderos que llevan a ellas.

Con leyenda

La mitología se extiende a lo largo y ancho de la comarca en forma de leyendas que añaden misterio y atractivo a numerosos parajes barbanzanos. Aunque las talas realizadas en los últimos tiempos derribaron parte de los muros que quedaban en pie restando encanto al entorno, la aldea maldita de Abuín, en Rianxo, y el tesoro escondido en ella siguen siendo merecedores de una visita. Y las leyendas rodean también a la Cova do Xil, situada en el monte das Cercas, donde, además, hay un castro. Está en la parroquia de Isorna y son muchos los rianxeiros que desconocen este lugar.

CARMELA QUEIJEIRO

Una aldea olvidada durante medio siglo a orillas del cauce del río Traba

Entre los tesoros que los barbanzanos tienen al alcance de la mano sin saberlo merece una mención especial la aldea olvidada de Xei, un pequeño núcleo a orillas del río Traba que lleva más de medio siglo deshabitado. Sin embargo, Xei es un lugar lleno de vida, donde la vegetación brota por los cuatro costados gracias a la humedad constante que proporciona el río y la frondosidad de los árboles de ribera que flanquean el puñado de viviendas a medio derruir que quedan en la zona. Entre la media docena de construcciones que a duras penas resisten en pie, destaca el antiguo molino, punto de encuentro de muchos vecinos de otros sitios de Noia que accedían a la aldea en burro cargando con el cereal para la molienda. Llegar hasta allí no es fácil si no se conoce el camino o se tiene de mano a alguien que sepa dónde está, pero el trayecto vale la pena. Xei está emplazada entre O Couto y Portobravo, en Lousame, y el fluir del agua acompaña el paseo por medio de la frondosa vegetación, de la que emergen los muros de las antiguas casas, totalmente cubiertas de hiedras, helechos y musgo tras décadas de abandono. Foto Carmela Queijeiro