El catalán con agorafobia que encontró en Barbanza y Twitch sus salvavidas

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

Tiene más de 50 seguidores en su canal y sueña con ganarse la vida como «streamer»

27 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los barbanzanos, acostumbrados a vivir entre el mar y la montaña, en pequeños núcleos de población que permiten una libertad casi total, un bien tan preciado desde que comenzó el ataque del coronavirus, seguro que no le damos a nuestro día a día el valor que tiene, el que le conceden forasteros que han encontrado en estas tierras el paraíso. Así ve Jordi Martínez (Barcelona, 1992) Barbanza, la comarca que lo ayudó a dejar atrás la etapa más oscura de su vida. Fue su tabla de salvación junto con una afición, la de streamer, que sueña con convertir en su salida laboral.

Él llegó a tierras barbanzanas cuando atravesaba una situación muy delicada. Con solo 23 años había empezado a sufrir trastornos paroxísticos, que se traducen en crisis similares a las epilépticas. La enfermedad derivó en una incapacidad del 33 %, que le obligó a dejar su trabajo en un almacén. La agorafobia, el miedo a salir de casa y estar en espacios abiertos y públicos, complicó la situación de Jordi Martínez: «Fue una etapa muy dura».

Empezó a ver la luz cuando se trasladó a Aguiño, donde residía su hermana: «Ella me propuso venir y mejoré tanto que decidí fijar aquí mi residencia». Ocurrió hace un año y medio, tiempo suficiente para que su salud mejorara notablemente y la agorafobia remitiera por completo. Jordi atribuye buena parte de esa mejoría a la vida en Barbanza: «En Barcelona las horas pasan volando, te falta tiempo para todo. Aquí la vida es totalmente distinta, más calmada y libre, por lo que encontré el relax que necesitaba».

El otro motivo de su recuperación fue, según reconoce, la posibilidad que encontró en su nuevo hogar, fijado ahora en la villa pobrense, para dedicarle tiempo a sus aficiones. Primer probó en el mundo de la música: «Hice algún cásting y hasta llegué a la final del concurso televisivo Cantas ou non?». Pero justo cuando empezaba a abrirse camino en ese sector, llegó el covid.

Salto al mundo virtual

Twtich, una plataforma de Internet que permite realizar transmisiones en vivo, fue su salvavidas. «El deporte me gusta y el fútbol me apasiona. Empecé con un canal para amigos y poco a poco fui ganando seguidores», explica. Hoy ya supera el medio centenar y su canal (tete10crack) registra conexiones realizadas desde Puerto Rico, Argentina, Colombia, Arabia Saudí... y diversos puntos de España, claro está.

Jordi comenzó en este mundillo haciendo directos mientras jugaba al Fifa y luego se pasó también a los partidos de fútbol del Barcelona y el Real Madrid, en los que se convierte en una especie de locutor: «Es una actividad con la que disfruto muchísimo y que me ayuda también a vencer mis problemas».

Incluso ha establecido contactos con un equipo de fútbol gallego que no tiene cuenta de Twitch para convertirse en uno de sus streamers, es decir, realizar sus directos en partidos reales y también en torneos virtuales. «Sueño con abrirme camino en este mundo, porque me encanta», confiesa.

De momento sus números son discretos. Lleva tres meses con su canal y tiene más de 300 visualizaciones, pero argumenta que ha empezado de la nada y con escasos recursos: «Ahora mismo no tengo ni ordenador, que se me estropeó, y utilizo la Play y una televisión». Pero se mira en el espejo de Ibai Llanos y su sueño no le parece imposible: «Él también empezó retransmitiendo partidos y comentando vídeos de YouTube y hoy es uno de los mejores yutuberos de España».

De momento, mientras espera su oportunidad, Jordi Martínez se queda con lo bueno que le ha reportado su faceta de streamer: «Fue mi tabla de salvación, porque yo estaba en un punto muerto de mi vida, sobre todo debido al confinamiento. Esta plataforma me permite hacer lo que me gusta. Más tarde o más temprano, tengo la certeza de que voy a conseguir ganarme la vida con esto, porque lo disfruto».

Como también disfruta de su vida en Barbanza, tierra de la que asegura estar enamorado: «Me gusta la playa, el carácter de la gente, la tranquilidad... No me moveré de aquí porque es justo lo que yo necesito».