El Nervión, la empresa que colocó a Ribeira en el mapa de la mecánica naval

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

cedida

Especializada en motores, llegó a tener 150 empleados en plantilla, tres naves repartidas por la ciudad y fundición propia

26 ene 2021 . Actualizado a las 11:19 h.

Todavía hoy son muchos los profesionales del sector pesquero que se refieren a los HMR como los motores más fuertes y duraderos jamás conocidos. Bajo estas siglas se esconden las iniciales de Hermanos Martínez Rodríguez, miembros de una familia de emprendedores que impulsaron una empresa pionera que situó a Ribeira en el mapa de la mecánica naval: Talleres El Nervión. Su historia es la de un pequeño negocio que, con esfuerzo y mucho sacrificio, acabó convertido en una gran firma que llegó a tener tres naves, 150 trabajadores en plantilla y fundición propia.

Su origen se remonta a 1917, cuando los hermanos Manolo y Saturnino Martínez Patiño abrieron en el Malecón un taller mecánico. El primero aportó la experiencia que tenía tras años dedicado a la fabricación de linternas y al arreglo de bicicletas. De aquel negocio, germen de El Nervión, salieron los ataúdes de zinc que se emplearon para enterrar a los fallecidos en el naufragio del Santa Isabel.

Fue cuando los ocho hijos varones de Manolo (Jovita, Saturnino, Manolo, Pablo, Paquito, Jesús, Pepito y Hermenegildo) cogieron las riendas a la muerte de su padre, cuando el negocio empezó realmente a prosperar. En 1948, la elaboración de un prototipo de motor pequeño, de 12 caballos de vapor, constituyó el punto de inflexión. «Mi padre me contaba que lo probaron de noche, para que nadie se enterara si fallaba», explica Lorenzo Martínez, que guarda en su memoria todos los detalles escuchados de boca de su progenitor, Pepito.

 Proceso de expansión

Pero funcionó y a partir de entonces se fueron sucediendo los encargos. Tanto que no tardó en hacerse necesario disponer de más espacio. El antiguo taller dio paso a un edificio de bajo y dos plantas, en el que El Nervión se fue consolidando como un referente en la construcción de motores diésel. En aquella etapa dorada de finales de los 50, los ocho emprendedores dieron el salto, levantando en As Carolinas una segunda nave destinada a la fundición de hierro, para prescindir así de tener que trasladar las piezas que necesitaban para los motores desde Vilagarcía.

El problema de los HMR era que se trataba de motores demasiado pesados y voluminosos. «Cuando empezaron a llegar de fuera de España otros más ligeros y pequeños, la demanda cayó», comenta Lorenzo Martínez. Este contratiempo no amilanó a los ocho emprendedores, que dieron el paso definitivo construyendo en pleno centro de Ribeira una tercera nave de 1.500 metros cuadros, que contaba con un terreno anexo de igual superficie.

Conocida como el manicomio, por la gran cantidad de ventanas que tenía, la edificación se destinó fundamentalmente a la venta y reparación de automóviles, primero Simca, luego Peugeot y más tarde, Talbot; una línea de trabajo que los Martínez compatibilizaban con la mecánica naval.

Tras tocar techo comenzó el declive. Primero cayó el taller de fundición y a comienzos de los 80, El Nervión pasó a ocupar un lugar privilegiado en la historia de Ribeira.

«Se analizaron diversas opciones, pero el negocio no era viable»

Los hermanos Martínez Rodríguez, que fueron dueños pero también trabajadores de El Nervión, trataron por todos los medios de mantener el negocio en pie cuando los números ya no cuadraban. Pepito era el que se encargaba de la gerencia y recurrió a su hijo Lorenzo, que por aquel entonces era ingeniero y residía en el País Vasco, para tratar de salvar la empresa: «Se analizaron diversas opciones, pero el negocio no era viable».

Recuerda que, cuando los bancos empezaron a asfixiar, se hipotecó una de las naves, lo que permitió liquidar el resto de deudas. Se ganó tiempo, pero no había mucho que hacer: «Pensamos en mantener un taller pequeño en As Carolinas y vender la nave grande del centro. Incluso se consiguió un posible comprador y se hicieron gestiones para alcanzar un acuerdo con los trabajadores, pero al final vimos que la mejor opción era liquidar. El negocio se murió tristemente en 1982. No había alternativa».

El Nervión cerró, pero su historia permanece viva a través de su legado, en forma de recuerdos de los que mantuvieron relación con la empresa y de los motores HMR que forman parte de los fondos de salas como el Museo Etnográfico de Artes o el Museo do Mar de Vigo. En Sálvora hay dos de los motores que en su día permitieron a los aldeanos tener electricidad.

Gran labor social y periódico propio, «Armonía»

No solo por ser pionera en el sector naval pasará a la historia El Nervión, sino que esta empresa realizó una gran labor en los ámbitos laboral, formativo y cultural. Pese a que desarrolló buena parte de su actividad en los tiempos de la posguerra y la dictadura franquista, se convirtió en un ejemplo al tener a sus empleados afiliados a la Seguridad Social, al tiempo que disfrutaban de descansos y gratificaciones por horas extra.

Los hermanos Martínez Rodríguez no solo trasladaban sus conocimientos a los empleados, sino que recurrían a maestros de A Coruña y Santiago para completar su formación. De ahí que El Nervión se considere la primera gran escuela de mecánicos de la comarca.

Hasta a nivel cultural dejó su huella esta empresa en Ribeira. Colaboraba con todo tipo de acciones solidarias y lúdicas e incluso editaba una publicación, Armonía, de información y ocio, que incluía artículos de los trabajadores.

Una calle propia

Cuando el coronavirus lo permita, el Concello de Ribeira inaugurará una calle dedicada a HMR Talleres El Nervión. Así se pasará a denominar el vial que une Mariño de Rivera y Canarias, que discurre entre la plaza de España y la parte de atrás del colegio O Grupo. Fue el Centro Recreativo de Artes el que, a petición de los descendientes de los hermanos Martínez Rodríguez, elevó esta petición al pleno de la corporación con el apoyo de 35 entidades más.

La idea es celebrar un acto oficial para el descubrimiento de la placa, que se completará con una exposición de fotografías antiguas, documentos y otros elementos vinculados a la dilatada trayectoria de una empresa que constituyó uno de los motores del despegue del sector económico de Ribeira.