Un fortín en medio de un municipio en alerta roja por covid

Ana Lorenzo Fernández
Ana Lorenzo RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

cedida

Trabajadores y usuarios del centro de mayores de Ribeira han sabido plantar cara al virus: no ha habido ni un solo contagio durante toda la pandemia

22 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En el duro combate que se vive a diario contra el coronavirus, el concello ribeirense ha perdido varias batallas en las últimas semanas, ya que el número de contagios se ha disparado y el municipio ha entrado en alerta máxima. Sin embargo, en medio de toda esta guerra hay un auténtico fortín que ha permanecido inalterable durante toda la pandemia: la residencia de mayores. Conseguir que ni trabajadores ni los 106 usuarios se hayan contagiado es una auténtica hazaña, «e tamén un pouco un sinvivir», apunta Miguel Alamancos, director de las instalaciones.

Reconoce que cuando la incidencia del virus era pequeña no había tanta preocupación, pero ahora las cosas han cambiado. Para él, la clave de que no se haya detectado ningún positivo está «en que temos un persoal moi mentalizado e leva máis alá do traballo as medidas de precaución. É consciente de que todo o que se faga fóra pode repercutir dentro». A todo ello se une que se han extremado todas las medidas higiénicas y sanitarias, así como de distanciamiento social, con grupos que nunca pasan de seis residentes. Por el resto, la vida no ha cambiado tanto, solo que se han limitado las salidas y las visitas -que son de una hora y tienen que pedir cita previa-. Alamancos cree que esto último puede ser la diferencia que más noten los residentes, «non polo feito de ver menos aos seus parentes, senón porque antes as visitas se facían todas xuntas, era un ambiente distendido, e agora están sós cos seus familiares».

Miedo por ellos

Aunque las personas mayores son uno de los principales grupos de riesgo frente al covid, los usuarios del centro de Ribeira no están preocupados por ellos, «senón polos seus familiares, que están fóra e poden enfermar. Aquí dentro a vida non cambiou tanto e non perciben ese risco, por iso eles pensan máis no que lles pode pasar aos seus fillos e netos».

Para comprobar que se encuentran bien, las videollamadas se han convertido en el mejor aliado, «e están moi demandadas», apunta Miguel Alamancos, que espera que el covid siga sin entrar en su fortín.

«Siempre pensé que sería una fatalidad acabar en una residencia, pero aquí soy muy feliz»

En la lotería de la vida, hay algunos que siempre llevan las de ganar, y a otros a los que el juego no les va tan bien. Juan Alberto Juan es un leonés que tuvo que emigrar a Buenos Aires en busca de un futuro mejor, y una vez retirado decidió regresar a España. Vivía con su mujer en Melide cuando, en pleno confinamiento, «había salido a pasear tranquilamente con mi mascarilla y sufrí un accidente cerebro vascular. Me caí al suelo, no tropecé ni nada, me desplomé sin más. Terminé ingresado en el hospital de Santiago y ya no pude volver a mi casa», recuerda. Su nuevo destino fue el centro de mayores de Ribeira, unas instalaciones que lo acogieron con los brazos abiertos e hicieron que se sintiera «muy cómodo. Siempre pensé que sería una fatalidad acabar en una residencia, pero aquí soy muy feliz», confiesa.

Sin embargo, no todo fue de color de rosa y tuvo que pasar un trago muy duro, puesto que hace unos meses fallecía su mujer, que estaba ingresada en un centro de la tercera edad de Arzúa. «Fue muy duro, y sobre todo estando separados, pero nos tocó así, es la lotería macabra de la vida», reconoce apenado.

Juan Alberto Juan confiesa que no tiene miedo al coronavirus, «porque aquí dentro las cosas se están haciendo bien. Se vive como en otro mundo, de forma diferente». El único pero que le encuentra es que, cuando ven la televisión, «como somos un grupo relativamente grande, hay que hacer caso a lo que quiere la mayoría», apunta.