Estrategia equivocada

BARBANZA

30 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El covid-19 nos deja ver el final del túnel allá a lo lejos. Sin embargo, cuando la cifra de nuevos contagios es inferior a las personas curadas y la afónica voz del impertérrito mensajero sanitario dice que ahora sí estamos doblegando la curva, no cesan las críticas de políticos nerviosos. Sí, nerviosos y preocupados de que sea a este Ejecutivo a quien los ciudadanos le coloquen los laureles.

 Aquellas «sólidas» críticas al legítimo Gobierno de España, por la compra de test rápidos que no funcionaban; por la incapacidad de proporcionar suficientes EPI; por ocultar información permitiendo manifestaciones feministas; de ser el paradigma del desgobierno con sus improvisaciones y, en fin, después de tildar de ineptos a los ministros y a todo cuanto por Moncloa se moviera, empiezan a darse de bruces con la realidad. Todos sabían que no existía un guion. Nadie estaba preparado para semejante envite. Y ninguna de las comunidades autónomas, que ostentan competencias exclusivas en materia sanitaria desde hace más de 18 años, estaba preparada.

¿Y se acabó? No. Ahora se cambia la estrategia y se habla de los muertos. «¿Quién se cree los muertos que dice el Gobierno? ¡Son muchos más!». Sinceramente, sé que a nadie le agrada «un cementerio de muertos bien relleno», cual tétricos versos de la desesperación de Espronceda. Pero a la vista de los esperanzadores datos que se vislumbran, es como si a algunos les costase tragar su equivocada estrategia de dura oposición, al ver como se está doblegando la curva, a pesar de esos «ineptos» que la historia quiso que condujesen la situación. ¡Qué difícil ganar una guerra con tantos «amigos» en la retaguardia!.

Y la cutrez opositora de algunos continúa: «Cuidado con la renta mínima vital... No podemos dejar que la gente se acostumbre a vivir sin trabajar». O también: «Nos engañan con los PCR». «Nos ocultan que España va a pedir rescate». Alarmas de cierta patriota oposición, que nos dejan en mal lugar ante las negociaciones con la UE. Nadie pide recitar como el más alegre Espronceda, un «viento en popa a toda vela». Pero en esta dramática situación, y si hubiese verdadera lealtad (no a España ¡coño!, sino a los españoles), todos a una deberían decir: «Señores del Gobierno, ¿en dónde hay que firmar?».

Por último, con la tarta aún en el horno y riesgo de que aún se pueda quemar, las recientes llamadas de socorro se tornan insolidarias reivindicaciones: «Estamos preparados y queremos dirigir la desescalada de nuestro territorio». Tranquilidad, responsables autonómicos. Mientras dure el estado de alarma, al Gobierno de España corresponde la última decisión y a la leal oposición el acatarla. Ya llegará el momento de juzgar y exigir responsabilidades.