Es cierto que estamos inmersos en una crisis sanitaria sin precedentes y que no existe una pócima ni para acabar con el virus, ni para saber cuáles son las recetas más efectivas para paliar los efectos de una pandemia demasiado contagiosa y de trágicos resultados. Pero está en juego el futuro económico y social del país, así que no es momento de protagonismos personales ni de intentar acaparar minutos en las pantallas.
Existen demasiadas incertidumbres y excesivos vaivenes. Lo que ayer se propone hoy se anula, así una jornada tras otra. Con estos avances y retrocesos resulta difícil transmitir tranquilidad a la población y, sobre todo, facilitar herramientas a los sectores productivos para organizarse.
Prácticamente sin excepción, los sectores empresariales de Barbanza reclaman una hoja de ruta planificada. Hay que pensar que numerosos establecimientos cerraron sus puertas hace más de 40 días y no saben cuándo podrán abrir. Y, lo que es todavía peor, cómo podrán abrir.
¿Tendremos que ir a cenar con los amigos a restaurantes con mamparas? o ¿no se permitirán convites de más de diez personas? Si es así, ¿cómo se articulará la norma? o ¿podrán los bares continuar sirviendo tapas y cómo? En los establecimientos comerciales, ¿se limitará el aforo?, ¿en las peluquerías? y en las reformas de las viviendas ¿habrá limitaciones?
Son muchos los empresarios que se preguntan si, además de las pérdidas que han sufrido hasta ahora por el cierre o la caída de la actividad, tendrán que añadir desembolsos económicos para poder retomar su labor.