El todoterreno ribeirense de la interpretación

María Xosé Blanco Giráldez
M. x. Blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

cedida

Su principal campo es el teatro, pero ha participado en anuncios, series de televisión y películas de cine

12 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los montajes teatrales del colegio y la parroquia le sirvieron para entrar en contacto con un mundo que despertó el gusanillo en su cuerpo desde el minuto cero, aunque el momento decisivo en la vida de Manuel Varela (Palmeira, 1981) llegó cuando entró a formar parte del Grupo Municipal de Teatro de Ribeira, dirigido en aquel entonces por Segundo Durán. Casi desde el primer ensayo, supo que aquel era el terreno que quería pisar a nivel profesional y puso todo su empeño en seguir ese camino. Con 20 años hizo las maletas para irse a Madrid a estudiar arte dramático y, desde entonces, vive actuando.

Manuel Varela es un todoterreno de la interpretación: animación callejera, teatro, televisión, publicidad, cine... No hay nada que se le resista y todo le gusta casi por igual. Durante todo este tiempo, tanto ha estado formando parte de compañías como Kazumbo o Yllana, una de las formaciones más potentes de España en el ámbito del teatro gestual, como ha participado en los espectáculos del parque temático Terra Mítica, o ha tratado de buscar su hueco en la pequeña pantalla a través de anuncios y de incursiones en series como Centro médico, La Señora o La que se avecina. Incluso ha probado en varias ocasiones las mieles del cine, la última vez, con un pequeño papel en A quien a hierro mata, una película dirigida por Paco Plaza cuyo reparto capitanea Luis Tosar.

Amante del riesgo escénico

Asegura que lo suyo es actuar, sea donde sea: «Me gusta todo, no concibo una parte de este mundo de la interpretación sin la otra. Me encanta el teatro, pero el cine y la televisión hacen posible otra forma de actuar que también es maravillosa». Por eso se ve incapaz de elegir si llegara el momento de tener que hacerlo: «Me quedaría con interpretar, sin más».

Eso sí, Manuel Varela admite que el teatro tiene una dosis añadida de dificultad, o más bien, de riesgo: «Estás expuesto al directo. Es como asomarse a un precipicio y saber que tienes que tirarte y que no hay opción de repetir, pero al mismo tiempo es una emoción continua que solo experimentas sobre el escenario». Sabe de lo que habla, pues sobre las tablas ha forjado buena parte de su trayectoria, enfrentándose en incontables ocasiones al público más exigente, el infantil. Y es que el ribeirense forma parte desde hace tiempo de la compañía Bicicleta, que desde su teatro, el Sanpol madrileño, busca entretener a los niños a través de los musicales. El mago de Oz, La bella y la bestia, Los músicos de Bremen o La vuelta al mundo en 80 días son algunos de los espectáculos a los que ha contribuido a dar vida el barbanzano: «Con los niños, lo complicado es tenerlos entretenidos y atentos durante toda la función. Hay que mantener la tensión, porque de otra forma puedes pasarlo muy mal sobre el escenario». Pero ese sobreesfuerzo que requiere el público infantil tiene su recompensa: «Me encantar ver la cara de alegría e ilusión de los pequeños».

Parón obligado

Con la misma compañía Bicicleta, Manuel Varela estaba en plena gira con el musical Hansel y Gretel cuanto estalló la bomba del coronavirus y le obligó a frenar en seco: «Tenía otros dos estrenos teatrales pendientes así que, para no abandonar todo, un par de veces por semana nos conectamos por Skype y ensayamos, es también una forma de mantenernos unidos». No sabe cuándo podrá volver a los escenarios, pero teme que todavía falte demasiado tiempo: «Quizás seremos de los últimos en volver a trabajar, porque a diferencia de otras actividades, un espectáculo sin público carece de sentido. Es triste, porque esta es una industria que genera muchos empleos que ahora mismo están en el aire».

Él no pierde la ilusión. Sueña con dar el salto y desempeñar un papel protagonista en la televisión o el cine, consciente de que son los sectores que realmente tienen repercusión, aunque se muestra satisfecho de sus logros: «Desde que me fui de Ribeira no he tenido que dedicarme a otra actividad que no fuera la interpretación y para mí eso ya es más que suficiente». Pese a todos los escenarios que pisó, en su tierra natal desempeñó el papel que marcó su carrera: «Fue uno de mis primeros trabajos, el diablo de A barca sen pescador. Segundo Durán había participado anteriormente en esta obra como actor y me encomendó el personaje que él había encarnado. Me lo tomé como una gran responsabilidad y me gustó mucho el resultado». Y ya nunca se bajó de las tablas.