Color urbano

Carlos Fernández Coto SECCIÓN ÁUREA

BARBANZA

14 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre colores hay mucho escrito, y su elección se tiene mucho en cuenta en ámbitos como las entrevistas de trabajo o en la publicidad e imagen corporativa de las empresas. Sin embargo, es una asignatura pendiente en el diseño urbano y en los planes urbanísticos, salvo en las señales de tráfico, cuyas directrices son internacionales.

Debemos reflexionar sobre ello. Sabemos que el rojo transmite agresividad y energía, que el azul se identifica con confianza y seguridad, que lo verde aporta calma, frescura y salud, o que el estridente amarillo incita al dinamismo y la vitalidad. Sabemos que el marrón aporta confort o aburrimiento, según su textura, y que el violeta implica nostalgia, pero ¿se está aplicando este conocimiento al diseño de las ciudades?

Cada color genera distinto grado de estimulación en nuestros ojos, produciendo sensaciones que transmitimos al cerebro para tomar decisiones. Un color inadecuado puede generar conflictos evitables en la vida urbana diaria. Si bien hay superficies que no podemos cambiar, como el azul del mar o el verde del entorno, decidir sobre todo lo construido está en nuestras manos, pero no nos paramos a pensarlo.

Estimular la compra en el comercio, aportar paz y seguridad, afianzar el orgullo del pueblo son acciones que se pueden conseguir con el color y las texturas. Reducir la velocidad por instinto puede cambiarse con color y texturas. Y algunas ciudades lo están aplicando. Incluso podemos cambiar el rumbo de una ciudad, como se hizo con La Boca, Tirana o, de modo más humilde, con Carballo, transformando las medianeras en arte.