Octubre

Estevo Silva Piñeiro SOSPECHOSO HABITUAL

BARBANZA

07 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Apesar de que no goza del predicamento que otros tienen, el décimo mes de nuestro calendario es el que más carga de belleza y nostalgia posee para este que les habla.

En octubre todavía el invierno se hace de rogar y la mayoría de los días son de un frescor delicioso; los tonos se tiñen de marrones y ocres mientras los castaños preñan el ambiente con su aroma seminal. Nunca los rayos del sol lucen tan hermosos como cuando se filtran entre las nubes de octubre; todo es poesía meteorológica. Octubre es el descanso de los alérgicos. En muy pocos meses se duerme con tanta placidez.

Es el momento en que recuperamos el hogar y nos reencontramos con nuestro verdadero ser, ese con el que vamos a convivir hasta el retorno del alter ego medio imbécil que nos domina en verano. El «yo» que realmente se bate con la vida real nos saluda desperezándose, y nuestro verdadero reflejo en el espejo nos convierte en una suerte de Dorian Grey algo menos descarnado.

Octubre acolcha nuestros pasos con largos lechos de crujientes hojas muertas como si estuviéramos en una canción de Nick Cave o en un capítulo de Twin Peaks.

Una vez más no soy un escribiente objetivo, pues amo a este breve espacio en el tiempo por encima de mis posibilidades. Hace ya 42 octubres que llegué y temo que me quede alguno menos antes de marchar. Por eso este mes del magosto, preludio del Samaín y de la puñetera invasión foránea de Halloween, es cuando más me obligo a recordar la cascada que es el tiempo, que no se detiene y que hay que arrojarse a ella con los arrestos que Sherlock tuvo con Moriarty.