Lea el periódico en el bar y no se prive

José Vicente Domínguez
José Vicente Domínguez LATITUD 42º-34?, 8 N

BARBANZA

11 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Pido un cortado y me dirijo a donde están los diarios. Quería leer una noticia acerca de un amigo. Estaba fuera de casa, donde me suelen llevar la prensa y, ese día, por necesidad ineludible de mis neuronas, no cogí el móvil.

-¿Busca La Voz?, la tiene aquel señor-, me dice el camarero.

Empiezo a mirar furtivamente para él, y veo que aún va por la página dos de la edición de Barbanza. Pienso, se habrá detenido en algún artículo interesante. Pero no. Devora el periódico renglón a renglón. El tiempo pasa y, como ya son las dos, pido un mencía. Trato de cundirlo y a punto estoy de acabarlo.

-¿La Voz que tiene ese señor es de la casa?-, insisto.

-Sí, pero cuando lo coge, no para hasta leerlo todo, los jueves incluso hace el crucigrama y viernes, el sudoku.

Y yo pienso: lo que es ese señor es un poco maleducado. Si quiere el periódico para él, que se acerque al quiosco y lo compre, que se suscriba, o que lo lea en Internet que, como mucho, después de un mes gratis, se pagan unos 30 euros al año. De pronto el tal señor se levanta ¡menos mal! Y el camarero sonríe porque adivina lo que pienso y, con una mueca, desbarata mis esperanzas. Él sabe que acostumbra a fumar un pitillo y deja el periódico de tal manera colocado en la mesa que se necesitaría mover su consumición para cogerlo. Además, tiene allí la chaqueta para protegerlo. Tal cual.

-Disculpe (me armo de valor), ¿le falta mucho?

Todo extrañado, me mira como si no entendiese la urgencia: «Aún no lo he terminado». Mientras lo miro con cara de no comprender nada, pienso: ¿Querrá aprendérselo de memoria? Desisto y me voy a casa. De camino, me acuerdo del cartel de un bar del País Vasco: «Después de diez minutos, el que siga leyendo el diario debe hacerlo en voz alta para que las noticias lleguen al resto de clientes».