La boda

Alicia Fernández LA CRIBA

BARBANZA

14 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Pues que si el tiempo y la autoridad no lo impiden tendremos bodorrio este sábado, aunque no lo parezca, que ya hemos visto entierros más divertidos. Es lo que tienen los matrimonios de conveniencia, a salto de necesidad básica o por los temores a la fría soledad; esos en los que el fin dicta los medios. Aquellos que son precedidos por la zozobra de Santa Teresa: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero». Que quien suscribe cree en el amor, pero este tiene sus tiempos y sus impulsos irracionales, que no es cuestión de improvisarlo en el First dates ni domarlo con presentes y zalamerías forzadas.

Blanca puede ir la novia, pero radiante no parece. Apenas habló con el novio y lo poco de fruslerías; la complicidad no da para bajar de lo banal. Ambos desconfían de la noche de bodas, que puede ser placentera o un fiasco, pues las inseguridades propician el gatillazo. Un novio a la usanza del virrey castellano, jugando con desidia e indiferencia, tapando el interés y la necesidad y presumiendo de soltería podría ser un buen órdago, si no hubiera que mostrar tan pronto las cartas. Y la novia, que echa cuentas, repara en que es mejor la libertad de una soltería sin placeres maritales que las ataduras de un mal casorio. Ya no te digo aventurar sobre la vida en matrimonio, con sus cosas diarias, los niños dando guerra, dónde gastar la renta y dónde conseguirla, las asignaciones mensuales de la prole, las letras… ¡y la residencia!.

Aún así, y a pesar de que salimos a dos funerales por boda, también es verdad que el amor, si es verdadero, siempre se sobrepone a la adversidad.