La reñida batalla por los derechos

Jesús Díaz Fornas EXDIPUTADO EN LAS CORTES

BARBANZA

10 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La fragmentación de la derecha es solo una causa de la derrota electoral de la derecha. Es preciso hacer un análisis más riguroso. Así, destacaría el haber llevado Rajoy al Tribunal Constitucional el estatuto de autonomía catalán, junto a la reiterada apelación del presidente Mas al voto nacionalista que desencadenó un proceso que fue incapaz de controlar. A ello se sumó el optar por el enfrentamiento con Cataluña, produciendo la carga policial derivada de la aplicación del 155 de la Constitución, una gran desafección hacia el gobierno entonces del PP.

Asimismo, la corrupción del PP. El caso Gürtel, en el que fue condenado como «beneficiario de este sistema de corrupción institucional», que destaca que tuvo «una caja B desde, al menos, 1989» y que «puso en duda la propia credibilidad de Rajoy al testificar que no había tal caja». Fue entonces cuando comenzó a gestarse su caída, que continuó con la irrupción de Casado como su presidente, quien se rodeó de lo más reaccionario de su partido y se sometió al mecenazgo de Aznar, marcando, así, el modelo de la política que iba a seguir en su campaña. Pero, sería la expectativa electoral que creó Vox lo que consolidó el giro a la extrema derecha, perdiendo el PP y Ciudadanos, la centralidad. Fue precisamente Vox el que marcó la agenda, con mensajes reaccionarios dirigidos al «sentimiento» que calaron entre distintos colectivos, lo que apuntó a un cierto grado de transversalidad. Y, así, transcurrió la campaña, con el PP y Ciudadanos con el «y yo más que Vox», con un Casado convertido en «un mentiroso compulsivo» y un Rivera que a su veleidad unió un odio encarnizado con Sánchez, a quien puso un «cordón sanitario», en contraste con su disimulo al apoyo de Vox en Andalucía, que delataban las fotos de los coaligados, por mucho que se situara en el extremo opuesto a Abascal, o, más tarde, la del «trío de Colón».

Sin embargo, entre las liortas de la derecha para liderar la oposición y su unión para evitar el gobierno Frankenstein -en referencia a la novela en que el protagonista intenta rivalizar en poder con Dios, olvidando que pertenece al género de la ciencia ficción-, Sánchez se dedicaba a ampliar los derechos sociales y a no perder los debates electorales y la compostura, a ser más creíble y despertar mayor confianza. Por cierto, ante el fracaso descomunal del PP no le queda otra opción que la vuelta al centro, pero otro descalabro en las municipales acaso suponga el cambio de liderazgo. Sin embargo, la hipótesis acaso más esclarecedora, que estimo que es una apuesta por la madurez de los españoles, es la siguiente: en la defensa de los derechos es donde se libró la más reñida batalla entre la derecha y la izquierda. Esta apostó por la defensa del estado del bienestar y los derechos sociales así como por el diálogo para preservar la cohesión social, en tanto que la derecha lo hizo por el recorte de derechos como el aborto o por revisar otros como el tratamiento penal de la violencia de género. Sin embargo, muchos de aquellos trascienden lo ideológico y su defensa concitó una amplia mayoría, por ejemplo, la eutanasia. De este modo, en la percepción de que hay que estar con los tiempos, el no querer regresar a la España de moralina, hipócrita y contraria a todo progreso, puede hallarse gran parte de la explicación de lo ocurrido.

Todo ello junto a la amenaza de Vox, explica el voto masivo en las urnas, entendiendo que el progreso nos afecta a todos. Aunque sigan vigentes las dos Españas de que nos hablaba Antonio Machado en Proverbios y cantares, en la que una de ellas ha de helarte el corazón.