«No nos podemos permitir un bajón»

Pablo Varela / A. A. A CORUÑA / LA VOZ

BARBANZA

ANGEL MANSO

Cuatro miembros de esta unidad de la Guardia Civil relatan cómo la vorágine diaria afecta a su vida personal

28 ene 2019 . Actualizado a las 08:28 h.

Tras su chaleco, al terminar la jornada, vive otra persona. Y eso si acaba, porque algunas veces han estado casi tres días sin dormir. A los cuatro miembros del Grupo de Delitos contra las Personas de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de A Coruña les persigue una especie de sambenito tras haber arrojado luz a los casos de Asunta Basterra o Diana Quer, pero su trayectoria va mucho más lejos. «Siempre se nos pregunta sobre ellas, pero seguimos trabajando en dosieres que incluso se remontan al año 2002», dice Marcos.

Junto a él hablan Begoña, Gabi y Mundi. Conviven juntos desde hace un lustro, pero algún miembro de la unidad lleva más de 12 años en el despacho. Todos tienen pareja e hijos, y ahí reside uno de los vértices emocionales de su labor, porque alguna de las víctimas que se encontraron a lo largo de estos años tenía la misma edad de quienes les esperan en casa. «Cuando tú tienes niños, aprendes a empatizar más con la familia que sufre una pérdida», reflexiona Marcos. Sostiene que el dolor se agudiza en el caso de los desaparecidos, porque «nunca sabes qué puede estar pasando». Mundi lo corrobora: «Los familiares pasan por distintas fases. Si está muerto o vivo, si se habrán llevado al ser querido aquí o allá...».

Y los profesionales no lo tienen fácil, porque no trabajan en una burbuja. Sobre la cabeza de Mundi asoma una caja repleta de legajos donde están documentados todos los avisos de ciudadanos que decían haber visto a Diana Quer. «Solo hay cuatro provincias del país desde las que no recibimos ninguno», dice. Incluso llegaron cartas y llamadas de videntes. De su vorágine diaria se intuye por qué al llegar a su hogar corren un velo.

Las vías de desconexión

Nunca están apagados o fuera de cobertura. Mundi llegó a llevar el móvil a la piscina para estar pendiente entre largo y largo. El agua es una de sus válvulas de escape: «Necesito hacer deporte. Es esencial porque dejo la mente en blanco y me ayuda a estar bien en los arreones del trabajo». Marcos echa kilómetros caminando, Begoña se induce al sueño mientras lee y Gabi se relaciona con gente ajena al gremio porque «me da visión de otras cosas y, de alguna forma, la manera de descansar es dejar de hablar de esto».

Café y mucha adrenalina

Desde fuera podría parecer sencillo, pero Marcos alude a que «entre los miembros de la Guardia Civil acabamos hablando del día a día y la cabeza no se libera lo necesario». Ninguno de los cuatro miembros del equipo recurrió jamás a terapia. Ellos lo explican dibujando imaginariamente una coraza. «Necesitas tener la mente libre para lo que vendrá», dice rotundo Mundi.

Begoña suscribe esta teoría. En esta carrera sin final no guardan minutos para un posible vacío interior, porque «aparcas tus penas y buscas al posible culpable». Marcos alude a un proceso casi repetitivo que hace callo, pero mira a sus compañeros e indica cómo se sostienen mutuamente: «Nos desahogamos entre nosotros. Por eso no precisamos ayuda psicológica».

Mundi y Gabi recuerdan varias investigaciones en las que se pasaron días sin pegar ojo. No fue cosa del café. «Hemos estado casi 52 horas sin descansar por la adrenalina del momento. Te mantiene despierto», desmenuza Begoña.

Y su tarea no consiste únicamente en vigilar o investigar, sino que también exige paciencia a la hora de comunicar. «Debes saber cómo hablar con las familias afectadas, durante la fase de detención y también los juicios. Trabajar en Homicidios implica tener tablas. No nos podemos permitir exteriorizar un bajón ni en casa ni a nivel profesional, porque tras esta investigación llegará otra», resuelve Mundi.

Todos tienen pareja e hijos, y ahí reside uno de los vértices emocionales

de su labor

Han llegado a trabajar 52 horas casi sin descanso por la adrenalina del momento