Konrado Marrero: Pasión cubana en el palco del Palmeira

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

Una promesa lo llevó a colaborar con el equipo. Hace un año que ejerce como presidente para que «el fútbol no muera»

14 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Tenía sueños, hermano. Quería probarme en otro sistema, siempre he sido emprendedor». El que habla es Konrado Marrero (Santo Domingo, Cuba, 1977). Explica uno de los episodios más importantes de su vida. Tenía 24 años cuando dejó todo atrás y emigró a España. Soñaba con otra vida. La encontró en Tenerife, donde conoció a su mujer, Ana Pillado. Trabajaron juntos en las islas hasta el 2010, cuando regresaron a Palmeira, el pueblo natal de ella.

«Veníamos de vacaciones. Cuando nació nuestra hija decidimos volver. Fuimos a buscar todo a Tenerife, coche incluido, y tomamos un barco hasta Portimão. Al pisar tierra atravesamos Portugal para llegar a Ribeira», confiesa Marrero. Encajó como anillo al dedo desde el primer momento: «Soy el único negrito de Palmeira. Desde que llegué me impliqué con la gente. En esta tierra siempre me han tratado como a uno más».

Fue aquí donde logró atarse a su gran pasión, el fútbol: «Me encanta, a veces incluso me excedo. Llegué a practicarlo en Cuba. A veces me grabo los partidos y los veo varias veces». No tardó en subir al campo de Ventín con su suegro para seguir al Palmeira. A los directivos le sorprendió su pasión. «En esa etapa estaba Yago Iglesias de entrenador. Se llenaba la grada y yo lo vivía».

El difunto de Víctor Manuel Redondo, conocido por todos como Jandollo, fue el que le abrió las puertas del palco: «Unos días antes de fallecer me preguntó si le podía ayudar la próxima temporada. Le dije que tenía muchas cosas en la cabeza, que lo pensaría y le daba una respuesta», confiesa. No pudo contestarle, y esa espina le quedó clavada en la piel.

Paso al frente

«Para mí fue como un compromiso que debía cumplir», reconoce Marrero. En cuanto le surgió la oportunidad comenzó a colaborar con el club: «Marcaba el campo, limpiaba los vestuarios, vendía rifas y hacía cafés en la cantina». El año pasado tuvo que dar un nuevo paso al frente. La directiva buscaba un relevo y él tomó las riendas.

Como presidente sueña con recuperar el esplendor de tiempos pasados: «Ojalá estuviéramos en Preferente, pero ahora nuestro objetivo es jugar la fase de ascenso a Segunda Galicia». Para garantizar el futuro del club, este año crearon un conjunto juvenil: «Tenemos jugadores veteranos como Chema y Byron que están haciendo un esfuerzo por el equipo y debemos buscarles un relevo». Afirma que el grupo de adolescentes lo forman «una pandilla de amigos, la mayoría comparten instituto. Algunos han debutado con los mayores, queremos que cojan experiencia».

La meta que persiguen es ascender de categoría, pero sin presiones: «El juvenil lo creamos para que el fútbol en Palmeira no muriese, queremos que este siga siendo un equipo histórico». A pesar de la pasión que exhiben él y el resto de la directiva, el reto no es sencillo: «Tenemos mucho trabajo. El campo, además, está impracticable. En verano tuvieron que venir los bomberos para regarlo».

Ese es el principal problema al que se enfrenta la institución, ya que el terreno de juego se lo cede la Sociedad Hijos de Palmeira y no el Concello. Al ser de césped natural, el gasto para mantenerlo es altísimo: «No hay dinero. Es imposible. Hacemos de todo para conseguir fondos, incluso vendimos durante las fiestas unas camisetas con el lema Palmeira, sangre y arena. Volaron».

Muy agradecido

Su carácter caribeño no ha pasado desapercibido en Palmeira. «La gente me respeta y yo me siento muy querido. Estoy muy agradecido a España, encajé aquí desde el primer día. Este es el mejor país del mundo». ¿Nunca ha sentido racismo? «Nunca, hermano. Aquí me llaman negrito, pero no tengo ningún problema, hay tonos y tonos de decir las cosas. Cuando se quieren meter conmigo me llaman el Rubio», confiesa entre risas.

Konrado abandonó Cuba hace 17 años persiguiendo sus sueños. Parece que los encontró en Palmeira: «Poco a poco se van cumpliendo. Aquí tengo a mi gente, a mi hija, coopero con el vecindario. Desde que llegué soy el rey mago del pueblo». Los últimos deseos intentará que se hagan realidad en el palco de Ventín. ¿Por qué no seguir soñando?