El hórreo de la niebla

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

01 nov 2018 . Actualizado a las 11:34 h.

En lo alto, el hórreo. La puerta cerrada. ¡Tac, tac, tac! Algo choca contra la madera. Yo lo escucho. ¡Tac, tac, tac! La silueta del hórreo es lo único que distingo en esta niebla onerosa, perenne, pegajosa. No se puede escapar de la niebla. ¡Tac, tac, tac! Golpes contra la puerta del hórreo. No lo soporto. Quiero irme, pero no puedo dejar de mirar al hórreo, a su puerta de madera, a la sombra vibrante de los golpes en la niebla. ¡Tac, tac, tac!

Oigo voces en las brumas. Son como recuerdos. La voz de mis abuelos y de mis hijos, pero todo me es extraño. No recuerdo nada. ¡Tac, tac, tac! ¿Qué hay en el hórreo? Son patadas. Patadas. Algo patea la puerta del hórreo desde dentro. ¡Tac, tac, tac! Las voces, los recuerdos remiten, ya solo quedan las patadas. La puerta va a ceder y yo estoy en la niebla. Pienso en la sangre. ¡Tac, tac...! y un último tac rompe el cerrojo.

La puerta se abre con pesadez, las bisagras gimen de hierro. En la sangre pienso. Unos pies flotan, cortando el aire en un remolino de coces que pierde fuerza paulatinamente. Ya no patalean, no más, esos pies ahora se desplazan como un péndulo: inertes, adheridos a dos piernas flotantes en su oscilante movimiento. Es un hombre colgando, un hombre estrangulado por un mal nudo en una cuerda. Corro hacia él, hay algo familiar en este camino, en los llantos de la niebla. Ya he pasado por esto, no quiero saberlo pero lo sé. Cierro la puerta.

Dentro de ese hórreo estoy yo, soy una sombra. Vuelvo a la niebla. En lo alto, el hórreo, y yo, ahorcado, balanceándome muerto dentro de él. ¡Tac, tac, tac!.