Un trotamundos que ameniza con su violín el mercadillo de Noia

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez NOIA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

El hombre que muchos jueves se apuesta en la esquina de la rúa Galicia vive al día: «Hoy estoy aquí, mañana no sé»

25 oct 2018 . Actualizado a las 22:21 h.

Escuchar la música de un violín mientras uno camina por Noia en una soleada mañana de otoño es todo un privilegio que los vecinos de la localidad disfrutan con cierta frecuencia gracias a un trotamundos que ofrece su música a quien quiera escucharla.

Es una persona cordial, afable, que hace tiempo que peina canas y que responde con un «gracias, buena suerte» a quien le saluda o le deja una moneda en la funda de su violín. Pero es reservado, no quiere dar su nombre y se muestra reacio a echar la vista atrás y contar el camino que le llevó de su Rumanía natal a callejear por distintos puntos de Galicia desde hace diez años. Habla del presente, un presente incierto que vive al día y que describe con la misma naturalidad con la que cualquiera da por hecho que esta noche tendrá un hogar al que volver: «Hoy estoy aquí, mañana no sé. Voy a muchos sitios».

Tampoco sabe dónde dormirá, pero después de una década en la calle, parece habituado a tomar decisiones sobre la marcha: «No tengo casa, duermo aquí, allí, allí...», explica señalando la plaza de As Angustias, la Alameda o en dirección a O Curro.

Profesor de música

No habla demasiado español, pero sí lo suficiente para sobrevivir y dar a entender que no tiene demasiada importancia dónde vaya a estar mañana: «Cuando vengo a Noia a veces me quedo un par de días, pero el jueves es el mejor día para venir, es cuando hay más público porque hay feria. Otros días no hay nadie».

Su público circula por la esquina de la rúa Galicia con Porta da Vila, donde suele apostarse en sus visitas a la villa noiesa. La mayoría aminora el paso al escucharlo, otros se detienen y al finalizar la pieza que está tocando le dan alguna moneda. Los que casi siempre se quedan pasmados mirándolo son los niños, embelesados por la música de su violín. Está acostumbrado a los pequeños. En Rumanía era profesor de música: «Tenía un puesto en una escuela, pero ya no lo tengo. Cuando lo perdí me vine a España, hace mucho tiempo». Aquí no ha tenido acceso a la docencia, pero se conforma: «Toco en la calle desde hace diez años, es mi trabajo, no tengo otro».

A pesar de no tener casa aquí, ni familia, es tajante cuando se le pregunta si no se plantea regresar a su país: «Me gusta esto, y tengo comida todos los días. Mi familia está allá, pero no pienso volver a Rumanía».

Hace diez años que llegó a A Coruña y desde entonces se ha movido siempre por Galicia. En Noia suele estar los días de mercadillo, y también toca en Boiro de vez en cuando. Sonríe, insiste en que le gusta esta zona, y sigue tocando. Una mujer se acerca y deja una moneda en el estuche: «Gracias señora, buena suerte».