El silencio de los borregos

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

23 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer, o el otro día, en el foro Cambiemos Ribeira alguien dijo que «Ribeira es un pueblo de borregos». Cosa que ni me molesta ni me parece mal, ojo, pero me sorprende que cuando uno dice algo así no se incluya. Vamos, Ribeira es un pueblo de borregos; él no, él es Zaratustra, el puente entre la humanidad y Dios. Creerse mejor que los demás está bien con 16 años; cuando empezamos a peinar canas, ya menos.

En algún punto de mi vida fui así, supongo. De joven me gustaba la política y, desde mi experiencia, a medida que profundizas en cualquier movimiento «concienciar» pasa a significar «ir a machete contra quien no opine o sepa lo mismo que tú». Spoiler: no funciona. Usar el conocimiento para humillar al que no lo tiene no es expandir ese conocimiento, es un abuso. Esto se ve diariamente en Internet: gente insultando constantemente porque el que tiene en frente «no sabe». Son personas que disfrazan de activismo político su necesidad de imponerse a otras, son bullies de Hacendado que ensucian lo que dicen defender.

Yo llegué a la sana conclusión de que ni quiero ni sirvo para concienciar a nadie de nada, no me veo portando una bandera y abriendo los ojos de «borregos» alienados. Al fin y al cabo, antes de ser quien soy era alguien que desconocía lo que sé ahora, exactamente igual que la persona a la que se descalifica detrás de un teclado. Cuando se insulta a los demás en nombre de una idea se termina haciendo creer que, por «obversión», la idea contraria a la del que insulta algo bueno tendrá. «Bueno, Clarice, ¿los borregos han dejado de gritar?».