Acelerados

Alicia Fernández LA CRIBA

BARBANZA

18 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Me comentan amigas y amigos que se dedican a la hostelería que cada vez es más compleja esa profesión. No saben si en todos los lados o son males de la zona. Todos te cuentan docenas de anécdotas y situaciones curiosas para ilustrar el tema: los turistas que piden un menú del día para compartir, los que quieren que le hagan medio menú, los que piden dos consumiciones siendo cuatro, pero quieren las cuatro tapas, los que demandan una segunda tapa, los que exigen que se les invite a los chupitos de licores, los que no quieren pagar el pan, los que reclaman por una tontería y ya te dan la solución vía invitación al todo o a la parte. El sector no será perfecto y se cometen errores, pero la media es muy superior a otras zonas; incluso a otros países europeos.

Pero en lo que más coinciden es en las prisas que lleva la gente, sobre todo quienes están de vacaciones. Personas que no entienden que en agosto, con un local lleno y sin reserva, se les diga que tienen que esperar por una mesa o por la comida, que a la mínima montan tal pollo que no te los puedas imaginar en el estrés de noviembre por la calle de A Senra en Santiago, la Castellana en Madrid o en sus respectivos trabajos. Que si van de los nervios cuando están de vacaciones, no me los quiero encontrar en el sufrido día a día.

Otra donde coinciden: la mayoría de los padres tienen a monte a sus hijos, consentidos y con muy poca educación. Tiran palillos, servilletas, pan, sillas y mesas. En su vocabulario no existe un «por favor» o un «gracias». Corren y chocan con personal y clientes, gritan, escalan y manosean. Cuando les dicen algo, aún se enfadan los padres.