Jesús Cartelle: «Ya no lloramos por la pérdida de pacientes, porque no es lo habitual»

A. Novo / m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

carmela queijeiro

Destaca el alto índice de curaciones en hepatitis C y de cronificaciones del VIH en un servicio con 650 usuarios al año

12 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace un cuarto de siglo, cuando el narcotráfico y el consumo de estupefacientes se encontraban en su punto álgido en la comarca, entraba en funcionamiento en Ribeira un servicio fundamental: la Unidad de Asistencia a Drogodependientes (UAD). Hoy sigue prestando ayuda a los toxicómanos, pero el centro también ha abierto sus puertas al resto de la sociedad. Al frente se encuentra Jesús Cartelle.

-¿Cómo ha cambiado el servicio en estos 25 años?

-Ha cambiado mucho, desde los usos de las estancias hasta la tipología de los pacientes. Hemos ido ganando años con ellos, ya que muchos continúan todavía con nosotros. Seguimos trabajando para que la gente tenga una calidad de vida mejor.

-¿Cambió la forma de trabajar?

-La filosofía fundamental es la misma, somos un servicio de tratamiento ambulatorio de conductas adictivas y de las patologías asociadas. Un servicio de especialización dentro de los centros de salud mental y, seguramente, el que cuenta con mayores y mejores recursos, entendido en el sentido amplio, desde Carnota hasta Rianxo. Es una filosofía de apertura a la comunidad, para que no sea un centro exclusivo para adictos, sino que las puertas están abiertas a todo el mundo que quiera ser escuchado o participar en nuestro talleres. En ese sentido, nos hemos ido adaptando a los tiempos, siendo la puerta de entrada de los inmigrantes, tuvimos el primer comedor social, tenemos red de colaboración amplia con asociaciones y departamentos de servicios sociales.

-¿Cómo funciona el servicio?

-Tenemos una unidad asistencial, que es el módulo de tratamiento, y un centro de día, que tiene un carácter de inserción laboral y ocupacional, enfocado a la integración. Existe una puerta de entrada única, a través de la trabajadora social que recoge una demanda de ayuda. A partir de ahí, en función de la problemática, se inicia el tratamiento, que depende tanto de la edad como de la sustancia consumida.

-¿Hay ciudadanos que participan en las actividades sin ser usuarios de la UAD?

-Efectivamente, esa filosofía de apertura a la comunidad, que viene de lejos, incluye a todas las personas que quieran participar. El único requisito que hay es querer sentarse a nuestro lado. Surgió desde los orígenes de la unidad de día, en el año 93. Empezaron a participar amas de casa con déficit de nivel cultural y de alfabetización, después se agregaron jubilados del mar, luego tuvimos un grupo de mujeres musulmanas y acogimos a pacientes con enfermedades mentales crónicas. Así fuimos abriendo el abanico a todo aquel que quiera venir. A día de hoy tenemos bastante gente del exterior, como nosotros la denominamos, que participa en todo lo que hacemos. Las puertas siempre estarán abiertas a cualquier persona que quiera sumar.

-¿Qué obstáculos hubo que superar en estos 25 años?

-Trabajar con pacientes que tienen una patología crónica no resulta fácil, puesto que no tiene demasiadas satisfacciones. Por otra parte, hace años algunos de nuestros usuarios tenían procesos infecciosos que en buena parte de los casos resultaban mortales y es muy doloroso perder pacientes así. A esto, hay que sumar el hecho de que las instalaciones no son las adecuadas, algo que al parecer va a solucionarse a corto plazo.

-¿Y los logros?

-Pienso que una de las mejores iniciativas que pusimos en marcha es que nuestra enfermera acude semanalmente al Clínico con pacientes que sufren enfermedades infecciones. Somos el único centro de Galicia que lo hace y supone aspectos tan simples como asegurar la asistencia de los pacientes a la consulta y garantizar que cumplen el tratamiento. Ha descendido muchísimo la mortalidad y tenemos un alto índice de curaciones en hepatitis C y de cronificaciones del VIH, lo que es muy importante. Ya no lloramos por la pérdida de pacientes, porque no es lo habitual. Después, nos estamos manejando dentro de los 2.400 pacientes a los que hemos abierto historia y, cada año, tenemos unos 650. En el 2017 se dieron 118 altas terapéuticas.