La última mirada a la Aldea Esquecida

antón parada RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

ANTÓN PARADA / MARCOS CREO

Dos de las últimas cinco construcciones que quedan en pie en el paraje rianxeiro resultaron dañadas en una tala de árboles

17 feb 2018 . Actualizado a las 20:51 h.

El antes y el después del lugar

Es difícil definir el torbellino de sensaciones que invaden a la persona que pone un pie por primera vez en la Aldea Esquecida de Abuín. En las entrañas del bosque de este lugar rianxeiro se halla el paraje que Castelao inmortalizó en sus escritos, unas ruinas apresadas por la vegetación en las que el tiempo parece haberse detenido durante siglos. O al menos así era hasta hace tan solo dos semanas.

Mañana del primer domingo de este mes. El móvil vibra y la pantalla se ilumina para descubrir un mensaje: «Pasou. A tala xa chega ás portas da aldea». El aviso era real, pues a medida que se sucedían los pasos el paisaje que inundaba la vista no se parecía en nada al de siempre. Una actuación para cortar numerosos eucaliptos había despojado el acceso a los vestigios de su cobertura vegetal y, por ende, de su aura de misterio. Tras los flashes, abandoné el lugar sabiendo que aquella sería la última vez que la vería tal y como la conocí.

Tras la «verea vella»

Dos semanas más tarde, los peores temores se han confirmado. El manto de hojarasca que guiaba hacia la Aldea Maldita -como también se conoce al enclave- había desaparecido y, en su lugar, solo quedan los surcos de las ruedas de la maquinaria pesada donde se acumula el agua de la lluvia. La que había sido la antigua capilla, el edificio mejor conservado del conjunto, fue la peor parada, ya que la caída de los árboles se llevó consigo el muro anexo y uno de los pilares de la entrada, dejando tocada la integridad de la estructura.

El segundo nombre que porta este lugar no es una coincidencia o intento popular de acrecentar las historias acerca de la maldición que se cuenta sobre Abuín, de la que ha llegado a decirse que toda su población desapareció misteriosamente un buen día o que fue una peste la que la diezmó. El autor de Cousas recogió en dicha obra la leyenda que su abuela le contó, tras advertirle que no se internase en la «verea vella», el camino marcado por piedras. «Os do lugar, armados ladróns, roubaron o mosteiro de Armenteira», narraba Castelao en el texto titulado Camiño esquecido de un tesoro que nunca llegó a aparecer, pero del que se conserva la fachada de la vivienda en la que antiguos propietarios llegaron a excavar en su busca. La tala también ha dañado esta construcción, aunque en menor medida.

La tradición popular

Los vecinos de este pequeño lugar rianxeiro conocen bien la historia del capitán de los saqueadores del monasterio pontevedrés que, tras esconder a buen recaudo el botín, falleció aquella misma noche. «O capitán entregoulle o tesouro ao cura porque viña a garda na súa procura», explicó una vecina de Abuín que lleva toda su vida escuchando los cuentos y anécdotas sobre la Aldea Esquecida, para destacar el uso de cuarzo en los muros: «Tiña un sentido espiritual».

Estas curiosidades, que se han ido transmitiendo de generación en generación, han funcionado como una garantía de la memoria colectiva que ha permitido identificar las ruinas más alejadas del núcleo central. En ese sentido, estos sitios han tenido más fortuna esquivando el corte de los eucaliptos, como es el caso del hogar del capitán, que se localiza colina arriba, pero del que apenas queda un muro que permite intuir la planta de la casa.

Asimismo, otras construcciones que formaron parte de la aldea, los «casales de boa pedra» a los que aludió el creador de Sempre en Galiza, aún pueden apreciarse reconvertidas en viviendas o cobertizos de particulares en la zona más cercana e integrada a la Abuín moderna. También se halla sobre el terreno uno de los cruceiros supuestamente erigidos para ahuyentar la maldición, aunque con el tiempo la figura de su capitel se ha erosionado tanto que es imposible intuir qué representaba.

Al abandonar la Aldea Esquecida no echamos la vista atrás. Ya tuvimos esa oportunidad.