Empezar en enero para nunca acabar

Francisco Brea
Fran Brea CRÓNICA

BARBANZA

25 ene 2018 . Actualizado a las 05:05 h.

Estamos enfilando la recta final de enero. La verdad es que es un mes al que, desde siempre, le guardo especial cariño por diferentes motivos. Uno de ellos creo que es la mala fama que tiene. Parece que una vez que pasa el día de Reyes todo lo que queda de él es malo. Que si la cuesta, que si volver a clase, que si darnos cuenta que no estamos cumpliendo ninguno de los propósitos que teníamos en mente para cuando empezara el año, que si los anuncios de las rebajas de los grandes almacenes nos pintan ir de compras como si fuera una fiesta y luego llegamos y el centro comercial está a reventar...

Todo es criticar a enero para darle la bienvenida a febrero con los brazos abiertos. Ahora ya pensamos en que el carnaval está a la vuelta de la esquina y hay que tener un disfraz. Atrás queda el gasto de la Navidad y le decimos hola al de una celebración divertida y desenfadada, que nos ayuda a ser durante unos días lo que no somos el resto del año aunque, algunas veces, nos gustaría. Te pones una careta, pintura y una peluca y a vivir la vida, como si el mañana no importara. Lo que pasa es que importa y cuando te despiertas dices adiós a los adornos y te vuelves a vestir como siempre. Un día tras otro. Cambias el pantalón, el jersey, el calzado, la cazadora, los complementos, aunque sin salirte del estilo. Sin escaparte del guion marcado, de la imagen que te has construido y que ya todo el mundo espera de ti.

De pronto nos vemos en marzo. Nos anima un poco la llegada de la primavera. Esperamos que por fin podamos disfrutar de algún día con buen tiempo y hacer actividades al aire libre. Está la Semana Santa e, incluso, los que tengan suerte podrán salir de la rutina con un viaje, sea a donde sea. El calendario avanzará hasta que aparezca el añorado verano. Playa, terraza, sol, amigos, fiesta, descanso, vacaciones... parece que todo lo que se asocia al período estival suena bien. Aquí nos volvemos a permitir ciertas licencias y alguna locura veraniega puede caer. Son tres meses para exprimir y disfrutar todo lo que se pueda, dentro de las posibilidades.

Y lo bueno se acaba. Volverá a llamar a la puerta octubre con la venta de inútiles fascículos. Regresarán las depresiones posvacacionales y las caras largas. Seguiremos contando los días que faltan hasta que, una vez más y sin que casi nos demos cuenta, brillen las luces navideñas. Más convencidos que el año anterior, haremos nuestra lista de propósitos, la dejaremos en un cajón y nos iremos de fiesta.

Esas buenas intenciones que deseamos llevar a cabo para cambiar nuestras vidas, en la mayoría de los casos, no saldrán del lugar donde se guardaron y volveremos a estar aquí, en la línea de salida, igual que antes pero con una vela más que soplar.