El feminismo y Rosa García Pose

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla CRÓNICA

BARBANZA

01 dic 2017 . Actualizado a las 12:01 h.

Imagínense a una persona que en 1973, en pleno franquismo, se convierte en la primera mujer afiliada al Partido Comunista de su localidad. Que años más tarde, en 1976, le impiden casarse por lo civil y la vía religiosa, al entender los clérigos que se trataba de una boda satánica. Que finalmente lo logra, gracias a un cura que se jugó el cuello. Fantaseen y añadan que a esa mujer, durante el golpe de Tejero de 1981, le ofrecen un camarote en un barco con destino a Portugal, que escapaba con militantes comunistas que estaban en la diana de los golpistas. Súmenle que dijo que no, por su hijo de dos años y porque otra venía en camino. Añadan que el día después descubre que su nombre estaba en las quinielas de los franquistas. Imaginen que, cuando todavía era tabú, reivindicó cada Día de la Mujer durante años. Figúrense que fue la creadora, a finales de los 80, de una de las primeras asociaciones feministas de la comarca y que, después de una charla que organizó sobre la violencia de género, fue el blanco de todas las críticas. ¿El motivo? Por aquel entonces, el maltrato solo se consideraba como tal cuando la mujer acababa ingresada en el hospital. Pongan que su nombre es Rosa García Pose y que, esta semana, se exigió su acta de edila, y su cabeza, por proferir comentarios machistas y despreciar a las víctimas del acoso sexual.

Después de que se extrajesen dos frases de contexto se creó la polémica. Fue ahí cuando me quedó claro que vivimos en la época de la política barata, del retorno a la trinchera ideológica, de las proclamas vacías y de la desmemoria intencionada. No me cabe duda de que en este momento un pensamiento solo es válido si cabe en los caracteres que nos permite Twitter. A veces pienso en el nivel político que había antes de la Guerra Civil, y enfrento los discursos de Manuel Azaña y Winston Churchill con los monólogos de barra de bar de Gabriel Rufián.

En esta época de postureos virtuales, nos define lo que somos capaces de vender a través de nuestras redes sociales. Envueltos en un simplismo que gana terreno cada día, me queda claro que las palabras ahora se valoran más que nuestras acciones, simplemente porque estas últimas ya no interesan a nadie. Un amigo siempre me recuerda que uno de los grandes problemas de nuestros días es que antes se debatían las opiniones y ahora lo hacemos con los hechos. No le falta razón. En estos momentos en que la militancia se ciñe exclusivamente a nuestro muro de Facebook, hay que volver a echar la mirada hacia atrás, sacar la cara de la pantalla y entender que sobra gente que luchó antes de que Internet llegase a este mundo. Algunos, jugándose la vida, aunque parezca que queda muy lejos.