Caligrafía sonora femenina

Gonzalo Trasbach
Gonzalo Trasbach (IN)SOMNIUM

BARBANZA

28 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya un largo tiempo empecé a pergeñar un relato sobre las voces que más me habían impresionado de la música popular (blues, jazz, folk-country y pop-rock). Lo titulé Caligrafía sonora femenina. Hoy, con motivo de rendir un pequeño homenaje a las mujeres que padecen alguna forma de violencia (física o psicológica), rescato el nombre de dos de las más grandes reinas de ébano del blues y el jazz.

La primera es Bessie Smith (USA, 1894-1937). A comienzos del pasado siglo, la rotunda vocalista de Tennessee fue quién de comercializar la expresión rural del soul y además de teatralizar el lenguaje de la calle. No pudo el racismo con esta tempranera riotgirrl desafiante y liberada, que transformó la adversidad en triunfo. The Essential (1997) es un doble cedé que reúne 36 canciones grabadas entre 1923-1934. Con ella se inauguró el arco reservado a las diosas de ébano del futuro, el resplandor que deslumbró, por ejemplo, a Mahalia Jackson. Poderosa y severa, su voz se adaptaba a los gustos populares del momento sin perder de vista el rajo del blues. Cuando todo estaba preparado para volver a relanzar su carrera, con su amor por la ginebra y agrietada su voz, un accidente de coche segó su vida. Como era negra, no la admitieron en ningún hospital.

La segunda es Billie Holiday (1915-1959). Con ella, la música comprometida tomó un nuevo rumbo, sobre todo a partir de la estremecedora y desgarrada interpretación que realizó de una breve canción (solo dura tres minutos) compuesta y escrita por el judío Abel Meeropol, que clamaba contra los linchamientos de negros en el profundo sur de los muy democráticos USA: Strange Fruit (1939). Paradojas de la historia, mientras nacía la primera melodía antirracista, en España comenzaba la era de la cólera franquista.

En los años felices, Billie deslumbraba con su voz sensual y con un fraseo aún hoy inigualable. En esos momentos, ella, que había convertido su voz en un instrumento más del jazz y había elevado melodías intrascendentes a la categoría de arte, era todo lo feliz que una mujer podía ser con un pasado truculento: una infancia marcada por el rechazo, la prostitución y los abusos, lo cual no había sido suficiente para quebrar su vocación por la música.

En los cincuenta, cuando ya nada tenía que ver con los años dorados de su carrera, demostró que, aunque había perdido flexibilidad vocal, seguía manteniendo su magnetismo, que alcanzó proporciones descomunales en Lady in Satin, el disco más controvertido de su carrera. Murió un 17 de julio de 1959, año y medio después de grabarlo, víctima de su adicción a las drogas, pero también de los abusos de un mundo demasiado cruel con Lady Day (como la había bautizado el gran saxofonista Lester Young), una de las más formidables gargantas de la historia del jazz.