La cofradía de Cabo refuerza la vigilancia nocturna ante el incremento de furtivos

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

La demanda de marisco previa a la Navidad ha generado una mayor actividad

22 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El marisqueo fuera de la ley sigue minando las concesiones de la cofradía de Cabo de Cruz. Más todavía este mes, época en la que los furtivos aprovechan la demanda de marisco previa a la Navidad para colocar en el mercado toda la almeja que son capaces de esquilmar. Este incremento ha obligado a los responsables del pósito a reforzar la vigilancia en las playas que gestionan. Lo harán, sobre todo, en horario nocturno, con el fin de frenar a los grupos de mariscadores ilegales que aprovechan la oscuridad para esconderse de las miradas de extraños.

«Este é un mes forte para eles. Intentamos facer todo o posible para controlalos, pero estanse poñendo as pilas», reconoció la vicepatrona crucense, Susana Silva. Además del trabajo de los 10 vigilantes que tienen en plantilla, han solicitado a los miembros del pósito que echen una mano para poder controlar una mayor superficie de terreno.

«Van a por todo, non fan distinción. Sexa ameixa de bo tamaño ou cría. Para coller esta última aproveitan as mareas mortas, xa que así non teñen ningún problema para ir cos rastros que levan modificados», se lamentó Silva, quien reconoció que, a pesar del gran número de furtivos que estarán en los arenales hasta enero, no tendrán medios suficientes para impedir su presencia. «É moi complicado. Teñen xente en terra controlándonos. Cando vamos para un sitio xa os alertan para que se marchen».

Sin resultado

A pesar de que en el último año la Justicia impidió el acceso a varios ilegales a las playas y la Policía Autonómica desarticuló una depuradora clandestina en Boiro, desde la cofradía crucense reconocen que los furtivos no se han dado por aludidos.

«Seguen coma sempre, acudindo ás praias con total impunidade. Van igual, a calquera hora», expresó Silva, quien espera que, con el apoyo de vigilantes y los propios mariscadores, puedan frenar la sangría que sigue atacando a su colectivo, y que amenaza el modo de vida de decenas de familias que quieren subsistir legalmente.