Luis Casais: La mejor lección de vida se escondía en el fútbol

Álvaro Sevilla Gómez
ÁLVARO SEVILLA RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

El técnico y maestro desgrana su carrera, en la que pasó de dar clase en la universidad a entrenar en China

05 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Definir a Luis Casais (Ribeira, 1972) en poco más de 600 palabras es una auténtica quimera. Profesor de universidad, entrenador de fútbol, preparador físico e investigador son algunos de los cargos que ejercen de carta de presentación para este trotamundos que, con verbo pausado y afilado, desgrana los principales problemas que aquejan a la sociedad occidental.

Su relato arranca en su última parada, en África, Costa de Marfil, donde trabajó unos meses para que Gervinho, el capitán de la selección nacional, se recuperase de una lesión: «Para ellos era un referente, mucho más que un jugador». De esa experiencia arañó otro enfoque a través del que ver su día a día: «Entendí que se puede ser muy feliz con muy poco. Que nos complicamos la vida por cosas que no dependen de nosotros».

Su filosofía sobre la infancia, la madurez y la libertad también se reforzó tras su paso por el continente africano. «No ves a 200 padres a las puertas de los colegios. Los niños son autónomos, van y vienen a casa ellos solos. Pueden jugar en la calle. Aquí estamos sufriendo una involución humanista, no dejamos que los niños labren su camino. Es bonito verlos allí, porque entiendes como los fantasmas nos los creamos nosotros mismos», dice.

Antes de África, China fue su penúltima parada. Allí ejerció de preparador físico de dos equipos, el Wuhan, de Primera División, y el Hebei China Fortune, de la Super Liga: «Fue una experiencia dura, adaptarse no es sencillo. Es una cultura muy diferente. Viven el día a día, no tienen un plan B, no planifican a medio-largo plazo y los occidentales sufren mucho». Entendió que el camino no pasaba por imponer su método, sino buscar consensos.

«Tus ideas son unas más. Tienes que ser flexible a nivel mental y aceptar visiones y enfoques distintos. Comprendí que las opiniones son solo eso y que, para que un equipo funcione, todos tienen que ceder», confiesa, a la vez que asegura que la explosión del fútbol chino tardará en llegar: «No se hacen bien las cosas. Se han pagado precios exagerados. Necesitan que el futbolista local crezca, algunos no darían el nivel en Tercera División y están cobrando más que los de la Primera División española. Los objetivos marcados son una quimera».

Antes del gigante asiático, el palmeirense ejerció como preparador físico en Moscú, en un ambicioso Spartak que tenía a Valeri Karpin como técnico: «Fue exigente. El club es un referente en Rusia, al que le piden jugar UEFA o Champions League. Hay una idiosincrasia distinta. Son gente fría, te cuesta convencerlos, pero quieren mejorar. Saben el motivo por el que estabas allí». Antes de lanzarse a conquistar el mundo, Casais conoció todas las categorías del fútbol nacional, con excepción de Primera. Noia, Boiro, Atlético Ribeira y Pontevedra fueron algunos de los banquillos en los que ejerció el barbanzano, que compaginaba esta vida con la académica, ya que ejercía de profesor en la Universidade de Vigo.

La educación

Reconoce que en su vida como docente era «muy feliz. La universidad debería ser un lugar para las élites intelectuales, el tractor de la sociedad y donde se consoliden las conquistas sociales». Confiesa que Bolonia ha motivado un problema capital, ya que ha obligado a los maestros a dedicar gran parte de su tiempo a investigar y a la burocracia, expulsándoles de las aulas: «Dejas de ser docente, que es lo importante. Nuestro objetivo debe ser darles a los alumnos una buena mochila de conocimientos y habilidades».

Otro problema para él es la falta de meritocracia: «No entran los mejores profesores. La endogamia y la forma de gobierno lo impiden». La última traba: los jóvenes han dejado de ver la universidad como el camino que les aseguraría un futuro. «Las mejores generaciones de este país, las más formadas, entendieron que su esfuerzo no merecía la pena. Se vieron sin trabajo, o con uno que estaba por debajo de sus capacidades. ¿Viene ahora otra generación con los brazos bajados? Yo creo que sí», apunta.

A poco para completar 600 palabras, queda mucho por contar de Luis Casais. Su visión social del fútbol, la necesidad de recuperar el esfuerzo como garantía de éxito, el papel de los padres en la educación... Confiesa que tiene fuerzas para vivir otra etapa fuera. Como cierre deja una frase de despedida: «Hay que aprender a vivir en la diferencia social».