Una joya fronteriza y un paraje envidiable unen a Noia y Outes

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez NOIA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

Los vecinos reclaman que se actúe en un puente que constituye uno de los principales recursos patrimoniales y turísticos de la zona

17 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hay alguien en la comarca que nunca haya estado en el lugar, debería visitar Pontenafonso, y tomarse además su tiempo para disfrutar de la tranquilidad y admirar tanto el entorno natural en el que se sitúa como la joya fronteriza que constituye el viaducto del siglo XIV que cruza el río Tambre. Si es que el paso constante de vehículos se lo permite, porque recorrer a pie el puente que une a Outes y a Noia es un placer, pero entraña su peligro.

La calzada es tan estrecha que, además de no haber espacio para los peatones, cuando dos coches pasan a la par en direcciones opuestas deben aminorar para evitar un percance. Y si a un viandante le pilla en medio, no le queda otra que detenerse en el refugio que ofrecen los pretiles hasta que la vía quede despejada para continuar el camino. Debe, además, hacerlo rápido porque muchos de los vehículos que circulan por la zona lo hacen a una velocidad considerable.

De hecho, esa es una de las principales quejas de los vecinos de la zona, que piden que se instale algún sistema que obligue a los conductores a levantar el pie del acelerador. También se pide, y el BNG se hizo eco de ello, que se reduzca el tráfico, o cuando menos, se evite el paso de vehículos pesados, por seguridad y para proteger un bien patrimonial de la importancia del puente medieval de Pontenafonso.

Lugar de pesca

Esos salientes en el viaducto protegidos por el pretil son utilizados con frecuencia por pescadores, y por lo visto, no todos son lo cívicos que sería deseable ya que es fácil encontrarse con restos de basura, como cartones, botellas o latas de bebida vacíos. Este tipo de hallazgos no son algo extraordinario, como se desprende del cartel colocado por un vecino a la entrada del puente en Noia pidiendo de muy buenas maneras a quienes se apostan en el viaducto para pescar que lo dejen todo limpio cuando se vayan.

Pero los males de un enclave que no solo constituye un espacio natural con una gran biodiversidad sino que es uno de los recursos turísticos y patrimoniales más importantes de la comarca no solo tienen que ver con la falta de buena conducta de algunos. También están relacionados en gran medida con la falta de cuidado del que es objeto la zona.

La maleza crece en los accesos al viaducto y entre las piedras del propio puente, llenas de plantas en cada esquicio. Y lo de las barandillas es otra historia. Según explicaba Suso, un maestro jubilado que desde hace 30 años vive en Pontenafonso, cuando en su momento se ensanchó la calzada para facilitar el paso de los coches por el puente, se quitó el petril y en su lugar se colocaron unas barandas que no inspiran demasiada confianza y que, a estas alturas, están corroídas y les faltan barrotes.