Es solo un caso, pero ilustra una corriente mal intencionada, que se aprovecha de la sociedad de la información. Ayer, un alcalde de la comarca publicaba en su perfil de Facebook un vídeo, muy violento, con esta entrada: «Esto es lo que está sucediendo en Venezuela. Compártelo para que se entere el mundo». En él se ve una discusión de jóvenes de noche, en una zona de movida; tras las palabras de dos chicos con otro un tercero saca una pistola y lo tirotea casi a quemarropa. El barrio no es un suburbio, más bien al contrario. Una hora después de publicarlo, un vecino de la localidad, emigrante en EE. UU., persona de reconocida solvencia y seriedad, le advierte que no es Venezuela, que es en Puerto Rico.
Ha pasado casi un día y no lo ha retirado ni ha hecho comentario alguno de duda o enmienda. Ya no entro en el dudoso gusto de propagar una escena tan desgarradora (si es real, que una ya no se fía de nada de la Red). Y como quien echa el sedal al mar puede pescar, una persona le contesta rauda que Puerto Rico queda lejos, pero que en su municipio, hace unas horas, hubo un presunto homicidio.
Supongo que el regidor ha sido un mero transmisor del embuste. Como los que enviaban una foto de jóvenes orinando en una fachada monumental bajo el título: «Activistas de Podemos meando en la Almudena», cuando en realidad era de una zona de copas en Argentina. Pero hay que exigir a todos, en especial a los cargos públicos, más de sentidiño a la hora de propagar ciertas noticias o imágenes. Suele ser bastante fácil comprobar la veracidad previamente. Si la verdad interesa, claro.