El botellón se esconde y se dispersa para evitar el control de los vecinos

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MATALOBOS

La actividad genera quejas continuas en media docena de puntos de la comarca

01 ago 2017 . Actualizado a las 08:00 h.

Con la llegada del buen tiempo, una práctica que parecía controlada durante el invierno, ha vuelto para hacer acto de presencia. Las grandes fiestas y aglomeraciones de gente que las secundan dejan patente que el botellón sigue estando a la orden del día en Barbanza y, a su término, no desaparece. Los jóvenes siguen quedando para consumir alcohol al aire libre, pero, a diferencia de lo que sucedía hace unos años, en el apogeo de la movida nocturna, cuando era una práctica mucho más masificada y no había reparos a la hora de montar el chiringuito a la vista pública, los grupos se han dispersado y optan ahora por zonas menos transitadas para escapar del escrutinio vecinal.

Un claro ejemplo de ello se encuentra en Noia, donde esos grandes botellones de antaño que se extendían a lo largo del paseo marítimo se han quedado en la historia. En su lugar, es frecuente que las pandillas se junten detrás del polideportivo o incluso en el entorno del IES Campo de San Alberto, donde la dirección acabó instalando cámaras de videovigilancia como medida disuasoria. Lo mismo sucedía en Carnota, cerca del instituto Lamas do Castelo, aunque dialogando con los propios chavales se logró en este caso minimizar las molestias. El principal problema es que, salvo que exista desorden público o daños en la propiedad privada, el consumo no es sancionable en dichos términos, pues no está incluido en sus ordenanzas municipales (salvo en las playas carnotanas, aunque estas no son motivo de quejas habituales).

La situación forzó a aprobar en Boiro una norma al respecto en el año 2011 y «el consumo intensivo y extensivo que había antes en pleno centro e incluso en el paseo de Barraña desapareció como tal», indica el regidor. La zona del botellón boirense se concentra ahora en el aparcamiento del supermercado DIA y, de forma más residual, en las inmediaciones del parque de A Boqueira.

Campaña sancionadora

Las protestas, principalmente por la suciedad -más que por el ruido-, son continuas en media docena de puntos de la comarca. En casos como el de Muros, el Ayuntamiento no descarta iniciar una campaña de sanciones para poner freno al problema en los sitios más conflictivos, según indica la regidora, María Xosé Alfonso, como las playas de O Castelo y Goday, así como junto al centro social de Louro. De nuevo, todos ellos en zonas no muy alejadas de los locales nocturnos, pero resguardadas del ojo público, aunque los restos que dejan tras de sí en forma de botellas y vasos, de basura en general e incluso micciones -subraya la alcaldesa- están generando malestar entre los vecinos.

También en A Pobra los servicios de limpieza tienen trabajo prácticamente todos los domingos en el parque do Castelo recogiendo cristales y «cada certo tempo chega algunha queixa porque se pasan algún e hai incidentes», explica el mandatario, Xosé Lois Piñeiro, quien comenta que en la última batalla de hip-hop, en la que se instalaron contenedores y se pidió explícitamente un mayor cuidado con los desperdicios, hubo una buena respuesta por parte de los jóvenes, que esporádicamente también se reúnen para beber en el entorno de la plaza Manuel Escurís.

En Ribeira la Policía Local constata que el botellón ha ido a menos y tiene su última trinchera en Pedra Pateira, donde no suele haber peleas o incidentes importantes, más allá de alguna identificación por menores bebiendo.