Viaje al interior del verbo reestructurar

Antón Parada

BARBANZA

23 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Reestructuración es uno de esos términos clásicos que compiten seriamente con la pujante expresión de moda que es «lo sensato», una cita que se puede extraer de la boca de numerosos políticos, independientemente del color ideológico. No quiero marearles con más eufemismos. Ambos conceptos encierran tal relación que deben ser abordados de forma indisoluble, porque para que el verbo reestructurar se conjugue, antes es necesario asfaltar el camino con la sensatez.

Aunque se cubren bajo el velo del lenguaje político-administrativo, detrás de estas acepciones se ocultan decisiones desagradables y -quiero creer, no, debo creer para garantizar mi salud mental- difíciles de tomar por parte de aquellos que tienen la responsabilidad de gestionar y legislar. Detrás del término reestructurar hay estibadores de los que su puesto de trabajo pende de un hilo. Detrás de él hay recortes en partidas presupuestarias para la dependencia. Detrás de él hay curiosos movimientos en la Fiscalía General del Estado. Detrás de él hay ventas de bancos por un euro y pequeños accionistas que ven perdidos sus ahorros. Detrás de él hay cierres de plantas de hospitales en verano. Y detrás de él hay desapariciones de colegios, como el del outiense Emilio de Navasqüés.

He de reconocer que mi relación con el centro educativo que desaparecerá el próximo curso para fusionarse con el CEIP de A Serra de Outes es breve. Se trataba de unas aulas que no solían acaparar la atención mediática hasta que este año su directora apostó por abrir la ventana y mostrar todas las actividades que fueron realizando a lo largo del curso. Charlas con expertos en determinadas áreas o premios de sus alumnos empezaban a hacerse un hueco entre estas páginas, demostrando que detrás de ellas había un notorio esfuerzo invertido. Es lo que tienen los hechos, que no hace falta camuflarlos bajo una reestructuración porque hablan por sí solos.

También he de reconocer que los motivos de la Consellería de Educación para dicha fusión están bien argumentados, aunque a nadie le guste que desaparezcan colegios. Lo que no puedo comprender es la forma como la comunidad educativa y los padres tenían conocimiento de esta noticia, a falta de menos de una hora para que las clases finalizasen. Esa falta de antelación no parece lo más sensato, aunque ha funcionado en anteriores ocasiones a la hora de, por ejemplo, subir impuestos. Creo que lo que ilustra mejor lo simbólico de la jornada vivida ayer en Outes es el hecho de que hayan cambiado el festival de fin de curso por una concentración de protesta. Espero que la Xunta no se lo tome a mal. Solo están reestructurando.