El futuro de la poesía se esconde en la calle

Antón Parada

BARBANZA

06 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuantos más estudiantes conozco, más me convenzo a mi mismo de que hay gato encerrado en esa afirmación de que las actuales generaciones de jóvenes de este país cada vez son peores en términos académicos. Incluso me atrevo a indicar que este felino tiene mucho de Schrödinger, pues mientras que a tantos adolescentes les echan en cara que suspendiendo exámenes se acercan al inevitable fracaso escolar, este país recibe todos los años una nota pésima en el informe PISA. Sinceramente, creo que estos dos hechos parten del mismo problema: los contenidos académicos que obtienen la valiosa consideración de ser evaluados. Entre ellos, se erigen como cúspide de la pirámide del saber las matemáticas y las ciencias, seguramente porque son las áreas claras que acabarán generando riqueza económica, empresarialmente hablando. Vaya, si hasta yo he tenido que utilizar la paradoja de un físico austríaco para llamar la atención del lector. Pero no es casualidad. Porque las cosas que no se ven también son importantes.

El lenguaje es otro de los pilares fundamentales del antes mencionado indicador europeo de calidad educativa, mas se enfoca en la insufrible sintaxis, más que en la capacidad de que un chico disponga de los mecanismos para realizar un comentario crítico. Algo que equivale a decir que si no sabes identificar el complemento directo en una oración, serás un necio en la rica habla del castellano. Pero, ¿sabían que el poeta Antonio Machado no se sacó el graduado escolar hasta los 25 años? Rápido, corran a las estanterías y quemen todas las ediciones existentes de Campos de Castilla.

Mientras la hoguera arde, me gustaría hablarles de algo que nunca recogerá el informe PISA. En los últimos años, varias localidades de la comarca -con epicentro en Ribeira, A Pobra y Boiro- han venido acogiendo una escena que levanta curiosas miradas de vecinos. Son corrillos de jóvenes que sostienen un móvil o un pequeño altavoz mientras recitan versos sobre una melodía y una amplia audiencia vocifera y aplaude la métrica. A menudo los que vierten las rimas son los mismos que hacen que sus profesores se echen las manos a la cabeza. Los que en clase de lengua no sacan buena nota, pero tienen mayor capacidad de vocabulario e ingenio que los de los sobresalientes por chaparse la biografía de un autor al que no han leído. En esos círculos he llegado a escuchar referencias a obras de Unamuno, mientras no muy lejos, otros jóvenes disfrutaban del botellón. A veces han tenido que correr de la policía por ese ambiente que les rodea. No importa, chicos, Ginsberg tampoco gustó al principio. Lo único que importa es que ya sabemos dónde se esconde el futuro de la poesía.