Pedro Beda: El duro camino hasta pisar Barraña

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

El brasileño Pedro Beda, que llegó a costar 750.000 euros al Heerenveen holandés,
se ha afianzado en Boiro a base de garra y talento

16 feb 2017 . Actualizado a las 05:05 h.

Acompañado de sus perros Balotelli y Delgado, Pedro Beda (Campo Grande, 1989) pasea como un vecino más por el plácido muelle de Escarabote. Allí llegó a mediados de julio, cuando el Boiro se interesó por aquel delantero que había comandado con mano de hierro el ataque del Lealtad en una de las mejores temporadas de su historia. El carioca, por el que Heereenveen llegó a pagar 750.000 euros al Flamengo, aterrizó en Barbanza con su esposa, Elles, a quien conoció después de su primer año en Holanda y que a la postre se convirtió en un su compañera por medio mundo.

Sus comienzos en Barraña no fueron sencillos, tras un arranque tímido, el punta comienza a hacer gala de su talento. Habilidoso con la pelota en sus botas, enérgico en la carrera, su gol contra la Cultural Leonesa fue el prólogo del mejor choque que se vio en Boiro este curso. «Me gusta jugar contra equipos potentes. Todos hicimos un gran trabajo, tenemos que seguir así. La victoria nos da más ánimo y confianza», confiesa Beda, quien se abre a echar una mirada a su pasado.

Su senda empezó en el estado brasileño de Campo Grande, donde dio sus primeras patadas a un balón, compañero del que no se ha separado ni un segundo. Las puertas a Europa se le abrieron cuando militaba en el Flamengo. Una espectacular actuación en un campeonato sub-20 puso a varios equipos de Europa sobre él. Era el año 2008 y el Heerenveen no dudó en pagar 750.000 euros para hacerse con aquel vigoroso goleador que devoraba a sus rivales como una pantera.

Salto de continente

Beda recuerda vivamente aquel primer año: «No fue sencillo. No hablaba holandés y empecé a estudiar inglés. Me costó adaptarme, pero había firmado un contrato de tres años. Parecía que el club tenía confianza en mí». Con el paso de los meses, el carioca vio como la promesa de hacerse con un hueco en el primer equipo se desvanecía: «Había un gran equipo, jugábamos Europa League y el delantero titular había estado en un Mundial».

En esa primera etapa en Europa conoció a Elles, quien años más tarde se convirtió en su esposa: «Me acompañó siempre. Es una gran persona. Siempre me ha apoyado durante este tiempo». Ambos volvieron a Brasil, donde él militó en Corinthians, Ríver, Bahía y Avenida.

En el 2013 volvió a coger las maletas y dejó atrás su tierra: «Estuve media temporada en el Khouribga marroquí y la otra parte del año en el Prijedor de Bosnia». A España llegó después de esa breve etapa en Europa del este. Fichó por el Lucena, pero cuando peleaban por la fase de ascenso, la crisis atacó al club. «Dejaron de pagarnos y me marché para el Lealtad. Estaban abajo y conseguimos sacar adelante al equipo», recuerda con el orgullo del deber cumplido.

Después de una segunda temporada en Villaviciosa, en la que terminó como pichichi, Fredi vio en el brasileño una pieza clave para su proyecto con el Boiro. Además de su talento con el balón en los pies, y su potente disparo, el corpulento punta es fundamental para oxigenar el equipo cuando el terreno de juego se convierte en un campo de batalla.

El objetivo

A pesar de que su trabajo por el equipo no admite dudas, se encuentra lejos de su mejores registros ofensivos. «Estoy tranquilo, los goles terminarán llegando. Estaremos mejor en esta segunda vuelta. Muchos éramos nuevos y ahora estamos más fuertes. Queremos salvar al equipo lo antes posible».

Después de abrirse al mundo para vivir del deporte rey, Beda reconoce que este largo camino le ha cambiado su forma de ver la vida: «Cada país tiene una cultura diferente y te tienes que adaptar. Todo te enseña a vivir. Después, cada entrenador te ayuda a seguir creciendo. Con Fredi estoy aprendiendo muchísimo. Me aporta ciertos movimientos que me permiten pisar más área».

Entre Campo Grande y Boiro hay más de 8.300 kilómetros, distancia que lo aleja de una familia que hace dos largos años que no ha podido visitar. Su padre, Gilmar, lo sigue desde la lejanía. Desde su casa brasileña, el patriarca lee todas las crónicas que se publican sobre el hijo que vio marchar cuando todavía era un adolescente: «Tengo ganas de volver y poder estar con mi familia y amigos. Espero poder viajar a casa cuando termine la temporada. Es duro, pero vivimos de esto. Es el camino que elegimos».

El camino

Brasil. El inicio. Con 17 años, Beda dejó el Flamengo para viajar a Europa. Regresó para jugar en Corinthians, Ríver, Bahía y Avenida.

Europa. El fichaje. El Heerenveen pagó 750.000 euros por él. En el 2012 jugó en el Moreirense luso y en el 2014 en el Prijedor bosnio.

África. Marruecos. Al regresar de Brasil, Beda militó media temporada en el Olympique Khouribga.

España. El final. Después de medio curso en el Lucena, militó en el Lealtad antes de recalar en el Boiro