La despoblación del rural crece y ya hay 151 aldeas con menos de diez habitantes

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro RIBEIRA / LA VOZRIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

carmela Queijeiro

Una treintena se han quedado sin vecinos, la mitad de ellas en el último decenio

27 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Carmen y su marido Manuel viven en donde se acaban los caminos, en una pequeña aldea de Xuño (Porto do Son) en la que llegaron a ser casi una decena de vecinos. Hoy solo quedan ellos dos en Pozocho. Residen en una de las 151 aldeas del área barbanzana con menos de diez habitantes en las que ha hecho mella la imparable despoblación del rural, un mal endémico que se acrecienta año a año.

«A xente nova xa non quere traballar na terra, porque agora non se pode vivir do froito», explica la mujer de 77 años, quien se instaló en Pozocho, en la casa de Deán (como se conoce, por el apellido familiar), al casarse, cuando cumplió la veintena. «Aquí temos, ademais, o problema dos xabarís, sen contar que o lume deste verán queimou toda a leña e non recibimos nin unha soa axuda», lamenta Carmen, quien cuenta que, como ya es habitual, sus dos hijos acabaron haciendo su vida en núcleos más poblados, uno en Ribeira y el otro en Estados Unidos.

La parte buena, asegura la septuagenaria haciendo gala de su buen humor, es que «é imposible berrar cos veciños, porque xa non os temos, aínda que sempre nos levamos ben». Y, entre los inconvenientes, habla de la inseguridad que genera ser los dos únicos habitantes a kilómetros o que no les lleguen las furgonetas de reparto. Sin un coche a su disposición, ella depende de su hijo para que le traiga la compra, pues ir a la farmacia o al supermercado más cercano le llevaría unos treinta minutos a pie.

En busca de tranquilidad

Sin salir de la misma parroquia, se encuentra la familia de Dolores Sampedro Olveira, los únicos habitantes de O Catriño. La otra casa que había en el lugar lleva años abandonada, cuenta. Ellos se instalaron hace unas tres décadas allí y encontraron la tranquilidad que buscaban, además de unas vistas privilegiadas del paisaje, «ainda que botas de menos que haxa máis xente», indica.

Y es que Porto do Son, seguido de Outes y A Pobra, es el concello barbanzano que presenta un mayor numero de núcleos con menos de diez habitantes: hay 38 y seis aldeas fantasma, completamente despobladas. En la comarca, son 26 en esta situación y la mitad de ellas perdieron a todos sus moradores en este último decenio, según los datos del INE.

Cadreche, en Posmarcos (A Pobra), vio irse hace cinco años a sus últimos vecinos. De hecho, esta es la parroquia barbanzana que más aldeas fantasma concentra, cuatro. Lugariño, en Arcos (Mazaricos), perdió al único hombre que allí vivía en el 2012 y O Bargo, en Entíns (Outes), en el 2009. En A Torriña, Barro (Noia), desaparecieron del padrón los dos moradores que quedaban en el 2003. Son algunos ejemplos de una lista que parece abocada a seguir creciendo en los próximos años y que recoge casos tan llamativos como el de Fonte Ramil, en Castiñeiras (Ribeira), que pasó de tener 84 habitantes a quedarse a cero.

Entre la casuística, se encuentran también casos como el de Juan Olveira, un vecino que el año pasado regresó de Canarias al lugar en el que su madre le dio a luz para vivir junto a su hermano en Costa de Arriba (Porto do Son). Aunque por una causa inesperada, como fue una enfermedad que le impidió seguir trabajando, él volvió al rural, en donde se encontró con algo que poco se parecía a la aldea de su infancia: «Cando era neno isto era outra cousa, tiña vida, pero a xente foise marchando para Ribeira e para o centro de Porto do Son».