Colegios desangelados en unos comicios que despertaron menos interés del esperado

M. Gómez / P. Calveiro / Sande RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

A diferencia de en otras citas con las urnas, ayer estuvo difícil encontrar colas en los colegios

26 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre ocurre, pero en esta ocasión más si cabe, que los partidos políticos espolean a sus simpatizantes para que no se queden en casa en jornada electoral y acudan a ejercer su derecho a voto. Ese fue uno de los mensajes más repetidos en los últimos días de la campaña, quizá por el temor al hartazgo de los ciudadanos por las dos últimas elecciones generales, y lo cierto es que muchos confiaban en que ese llamamiento surtiera efecto y la participación aumentase. Lo hizo, pero apenas unas décimas, una realidad que ya se evidenciaba en unos colegios electorales que ayer estuvieron más bien desangelados.

Esta vez resultó difícil encontrar la imagen de colas a pie de urna, una foto que suele repetirse en las consideradas horas punta para la votación. En Muros, por ejemplo, la mayor aglomeración se produjo tras la misa de la mañana, pero, con eso y con todo, la afluencia no fue, ni muchos menos, masiva y en colegios como el de Esteiro no había ni un alma emitiendo su sufragio a quince minutos para que se cerrasen las puertas.

En Boiro los electores también se sumaron a la fiesta de la democracia de manera escalonada y no hubo que esperar para introducir el voto en la urna, igual que en los colegios de Rianxo. En el de la villa, el auditorio municipal, apenas había vecinos ejerciendo su derecho pasado el mediodía, pese a ser una de las horas álgidas del día, y por la tarde la tónica fue bastante similar.

Normalidad casi absoluta

Por lo demás, desde todos los municipios apuntaban a que la normalidad había sido la nota dominante durante toda la jornada y, a pesar de que los grupos de WhatsApp de los distintos partidos «botaban fume» por el intercambio de información entre sus interventores, no hubo demasiadas incidencias reseñables.

En Noia, lo más destacado fue la polémica en torno a las carpetas que portaban los militantes del PP. La junta electoral estimó una reclamación del BNG y ordenó la retirada de los portafolios que contuviesen lemas de la campaña, una situación que, al parecer, provocó algunas tensiones en el municipio noiés por las reticencias de los populares a ocultar esos mensajes, aunque finalmente lo hicieron.

Otra de las polémicas del día estuvo en las papeletas de En Marea. Ya en la jornada del sábado se advirtió de que se habían enviado a domicilios de la provincia sobres con la lista que se presentaba por Pontevedra, lo que motivó que durante las primeras horas de ayer surgieran dudas en los colegios electorales barbanzanos sobre si los votos que apareciesen encabezados por la candidata pontevedresa serían válidos. De hecho, el problema en el reparto afectaba especialmente a la zona de Ribeira, donde se estimaba que habría unas mil papeleras erróneas. Finalmente, la junta electoral se pronunció indicando que esos sufragios serían nulos y, según indicaron desde distintos colegios electorales, los votantes de la formación estuvieron atentos y solo se detectó alguno en Santa Uxía y en una de las mesas de Asados, en Rianxo.

Por lo demás, y salvo algunas curiosidades como que en una mesa de Mazaricos se produjo el insólito hecho de que no hubo ningún voto nulo y tampoco en blanco, la jornada transcurrió sin grandes sobresaltos, también para los candidatos de la zona.

Los candidatos

Siguiendo su costumbre, Carlos López Crespo, número once del PP, acudió a votar a última hora de la tarde. Lo hizo en compañía de su nieta María y, pese a su trayectoria política, confesó que «nunca estiven tan nervioso» como en estos comicios.

Rosana Pérez, número tres del BNG, se mostraba tranquila minutos antes del cierre de los colegios electorales después de haber pasado el día recorriendo los puntos de votación; mientras que la nacionalista Raquel Suárez esperaba los resultados rodeada de sus compañeros de partido. Aspiraban a lograr siete escaños, y Xosé Deira se comprometió a hacer una paella a medianoche si lo lograban. Finalmente, no pudo ser.