La sirena de Castiñeiras sí es profeta en su tierra

BARBANZA

La ribeirense estuvo ayer con los compañeros del Club Natación Ribeira

18 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A punto de que el reloj roce con sus manecillas las 11.30 horas, el complejo deportivo de A Fieiteira parece instalado en el ojo de un huracán. Medio centenar de jóvenes se agolpan en una habitación completamente ansiosos, moviendo veloces sus ojos cada vez que alguien entra por la puerta. «Ya está a punto de llegar. Cuando aparezca tenéis que aplaudir muy fuerte», exclama una de las monitoras intentando tranquilizarlos. Al instante entra un pequeño en la sala. Aplauden. «Falsa alarma», lamenta otro.

Con puntualidad suiza aparece María Vilas, recién llegada desde Río para cumplir con su promesa de pasar un día con los jóvenes que participan en el campus del Club Natación Ribeira. Se monta el caos en cuanto entra por la puerta. Se escuchan vítores, palmas y el movimiento frenético de las sillas. Todos quieren tocar a la sirena. Uno tras otro se acercan tímidamente a la olímpica para entregarle un dibujo que hicieron con mimo. Ella les responde con una sonrisa, con un abrazo y con un regalo.

Interrogatorio

De vuelta en las sillas, María se sienta en un pupitre y los pequeños comienzan a lanzar preguntas. ¿Cómo te sentiste antes de las pruebas en Río? ¿Cuántas vacunas te pusiste? ¿Cuál fue el mejor momento? ¿Hiciste amigos en la villa olímpica? ¿Te gusta ser famosa? ¿Cuál es tu comida favorita? Fueron algunas de las cuestiones que saltaron a la palestra. Solo Pikachu logra quitarle protagonismo a la sirena de Castiñeiras cuando desde la última fila del aula un pequeño grita: «¿Jugaste al Pokémon Go durante los Juegos Olímpicos?». Todos estallan en carcajadas y María, con una sonrisa, confiesa que lo instaló, pero que terminó borrándolo.

Tras el examen, la nadadora, que apenas ha dormido unas cuantas horas, empieza a firmar autógrafos y a quitarse fotos con los pequeños. Mientras estampa su nombre, usuarios del centro se paran en la cola y esperan para sacarse un selfie con ella. Los recibe con una sonrisa y tras firmar el último se mete en el vestuario de la piscina. Antes de volver a casa y descansar, toca lanzarse a la piscina con los críos. Una promesa es una promesa.