Las decadencia de las citas gastronómicas

J.M. Jamardo CRÓNICA EL AZOTE DE LAS LLAMAS

BARBANZA

16 ago 2016 . Actualizado a las 12:11 h.

Eran, y son, un perfecto reclamo para atraer visitantes. Las fiestas gastronómicas se adueñaron de los pueblos y villas hace años y no había localidad que no rindiese culto a algún producto, fuese típico de la zona o no. Estos días se suceden las celebraciones. En cada esquina hay unos gaiteiros dándole a la palleta al lado de unas brasas de sardinas o churrasco. La comida es una excusa perfecta para conseguir un éxito de público en una celebración, salvo que la comisión tenga dinero suficiente como para contratar a la Panorama o a la París de Noya.

El fin de semana fue muy prolífico en degustaciones y celebraciones: El pulpo de Porto do Son, sardiñada en Neixón, carne en Mazaricos o paella en Escarabote fueron algunas de las citas que cautivaron los paladares más exigentes.

La gastronomía era, y es, uno de los mayores reclamos para congregar a miles de personas. Carreteras colapsadas y accesos cortados daban fe del tirón de este tipo de celebraciones. Eran otros tiempos. La promoción de alguna localidad se medía por la asistencia a sus fiestas.

El calendario gastronómico estaba jalonado por todo tipo de degustaciones. Comenzaron con el pretexto de promocionar el producto típico de una localidad o una zona concreta para convertirse en una celebración multitudinaria. Eran tiempos de bonanza y dispendios. Había dinero y la Administración seguía invirtiendo en gastronomía.

Pero llegaron las vacas flacas o el desinterés de los políticos que vieron que estas concentraciones ya no eran tan rentables a la hora de conseguir votos. Fuese lo que fuese, en la comarca se echan de menos algunas de estas fiestas que han desaparecido del mapa por falta de dinero o por otro tipo de circunstancias.

Una de las últimas citas que cayó de las rutas de sabores fue el percebe de Aguiño, ya que la cofradía dijo que este año no quería hacer la exaltación. Era un clásico que hacía de esta parroquia una cita ineludible para rendir culto a este crustáceo. La cigala de Muros también se despidió de las degustaciones, aunque esta por cuestiones obvias. El caladero donde la pescaban los barcos de la villa quedó agotado. El porquiño de Lariño tuvo años de esplendor y era un clásico pero también se perdió en el tiempo.

Noia rindió culto a sus productos estrella: el berberecho y la empanada. Incluso atraía la presencia de ministros a dichas celebraciones. Pasaron a la historia y eso que del bivalvo viven cientos de familias y es el principal motor económico de la zona. La Festa do Peixe de Ribeira tampoco tuvo continuidad. Los tiempos cambian y las citas gastronómicas parecen ir en declive.