Los estragos del fuego en Barbanza: cuando la belleza verde se convirtió en gris ceniza

Ana moas / A. G. RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Lugares con un alto número de visitas por su atractivo suscitan ahora interés por la devastación causada por el fuego

16 ago 2016 . Actualizado a las 08:30 h.

Las llamas devoraron todo a su paso, dejando un aroma a humo y un paisaje desolador, el suelo se cubrió de color negro con intensos matices grises y la vegetación pasó a ser inexistente, más allá de los altos pinos que mudaron para vestir de color dorado. Ni la arena de la playa fue capaz de parar un fuego devastador alimentado por la fuerza del viento.

Una semana después del infierno vivido en el concello ribeirense, la vista panorámica sobre el mirador de A Pedra da Rá, permite contemplar como el incendio arrasó, desde las alturas hasta el arenal de O Vilar, la flora de un parque natural protegido y de los montes colindantes.

La estampa se repite unos 18 kilómetros al norte, en el castro de Baroña. El primero de los focos iniciados, el pasado miércoles en el municipio de Porto do Son, calcinó el verde que rodeaba la playa y protegía el acceso por tierra al yacimiento. Los visitantes del área afectada solo tenían palabras de consternación por lo acontecido hace unos días: «Está todo tan quemado que da pena pasar por ahí», murmuraban algunos.

Entre estos dos enclaves turísticos, las localidades sonenses de Xuño y Caamaño revivieron la escena, dando lugar a toda una película de terror. En esta ocasión, la catástrofe prendió la mecha, como si de dinamita se tratase, para alcanzar la sierra de Barbanza y llegar a Os Forcados, pico avistado desde el mirador que se alza sobre la ría arousana, el de A Curota. 

Palabras de tristeza

Las llamas también se hicieron paso entre las viviendas, aunque esta vez en el sentido contrario y bajo el pánico de los vecinos, que vieron como el fuego sobrepasó el merendero de la playa de A Coviña. Al otro extremo de la zona de baño, en Boca do Río, los campos que bordean el caudal se encuentran, ahora, calcinados en su práctica totalidad.

Esther Santos y sus hijos, David y Ana Gil, observaban sorprendidos el panorama. Estos veraneantes procedentes de la ciudad de Vigo acuden cada año al arenal de Río Sieira para disfrutar del día: «Es una playa que nos encanta, de hecho la semana pasada estuvimos aquí», dice Santos y añade que «no nos enteramos del incendio. Es muy triste llegar y encontrarse con esto». Su reflexión es compartida por otras personas que tienen enclaves de la comarca entre sus favoritos.