María Vilas consigue el bronce en la final de 1.500 del Campeonato de Europa

Antón Bruquetas LA VOZ / REDACCIÓN

BARBANZA

Vilas, en el podio con Belmonte y Kapas
Vilas, en el podio con Belmonte y Kapas TONY O'BRIEN | Reuters

La ribeirense solo fue superada por Boglarka Kapas y Mireia Belmonte

22 may 2016 . Actualizado a las 00:11 h.

Se deslizó sin nada que perder, sin un solo peso en la espalda ni en la cabeza y eso, cuando se trata de la piscina, siempre ayuda a elevar el listón. El 1.500 estilo libre es la prueba que exportó su nombre fuera de Galicia, a la que le tiene tomada la medida, la que mejor ha optimizado las prestaciones de su inagotable motor diésel. María Vilas (Ribeira, 31 de mayo de 1996) hizo ayer historia al lograr la primera medalla para la natación gallega en un Europeo absoluto. En Londres acaba de firmar un campeonato memorable. Después de lograr la mínima para los Juegos en el 800 libre -ya tenía el billete para Río 2016 en el 400 estilos, que selló en el Open de Primavera-, donde se quedó a seis centésima del récord gallego de Bea Gómez y rebajó su marca personal en cinco segundos, hizo lo propio al casi doblar la distancia en el vaso de la capital británica. Desplomó el 16.07,48 que había hecho en el Campeonato de España de verano de hace dos años, que fue la décima mejor marca mundial de aquella temporada. Ayer María Vilas tocó el muro en 16.01,25. Tercer peldaño del podio. Solo superada por Mireia Belmonte y la húngara Boglarka Kapas, que se llevó el oro.

María Vilas salió valiente, a por todas. Desde el tercer largo se sitúo en la segunda plaza y apretó los dientes hasta el final. Por el camino Kapas se fue alejando poco a poco, pero la gallega no desfalleció, siguió a su ritmo machacón, el que sólo las privilegiadas pueden seguir.

Cerca de sus pies, Belmonte, la gran figura de la natación española, esperaba paciente el momento de cambiar para arañar un puesto. La catalana necesitaba dosificar por el maratón de pruebas al que se somete cuanto entra en escena. Pero no le fue sencillo ahorrar energías. Casi tuvo que irse por debajo de los 16 minutos para ser segunda. A los pulmones de María Vilas no les faltaba aire. Los llenaban las horas y horas de entrenamiento altura, las jornadas de 20.000 metros, los días en los que pensó en decir basta, en que aquello era demasiado.

María Vilas, en la final de 1.500
María Vilas, en la final de 1.500 GLYN KIRK | Afp

Y sus brazadas no perdían la cadencia y Mireia no terminaba de acercársele. Solo en los últimos virajes María se dio cuenta de que se llevaría la medalla de bronce. La cuarta se encontraba a leguas, lejos incluso de las turbulencias que generan los cuerpos al desplazarse por el cloro.

Un hito sin haber perdido de vista ni un instante la preparación para Río. Ha rebajado los tiempos sin prácticamente proponérselo. Se mueve por la intuición de que lo puede conseguir. Por eso pidió nadar el 800 libre en Londres. En contra del criterio inicial de la Federación Española, que entendía que no tenía opciones de hacer la mínima. Pero después de un estreno discreto en las series eliminatorias, destrozó el cronómetro en la tanda decisiva.

El colofón a este año le espera en los Juegos, donde se tropezará con la élite del planeta. Pero de momento ya sabe que viajará a Brasil con la certeza de que no es una desconocida, de que se sigue abriendo un hueco entre los portentos de acelerar sobre el agua. Ha cumplido con el guion más exigente, con el que le marca su entrenador Fred Vergnoux, el hombre que esculpió a Mireia. Y ya nadie duda de que si sigue esta senda, le quedan gestas para rato.