La mujer que marcó su rumbo tomando el timón

antón parada RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

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Anahí Otero en su residencia madrileña junto a una antigua carta náutica de las Rías Baixas. benito ordóñez< / span>

Esta capitana representa a la perfección la progresión de la igualdad de género en el sector marítimo

09 may 2016 . Actualizado a las 12:24 h.

Una patrullera surca las aguas de Algeciras. De repente una voz exclama: «¡Rumbo a Punta Europa!». Y la embarcación toma esa dirección. Al timón está una chica de 11 años, subida sobre una banqueta, mientras sonríe feliz a las indicaciones de su padre. Tres años más tarde, aquella misma chica se encuentra en su domicilio frente al puerto de Ribeira. Desde la terraza ve como un mercante zarpa y no puede dejar de soñar que es ella la que se dirige a una nueva aventura.

Anahí Otero Rodríguez (Pontevedra, 1980) ha llevado siempre el agua salada en las venas. Su padre es marino, al igual que el hermano de su abuelo y su bisabuelo. A pesar de que nació en la ciudad de los puentes, no pasó mucho tiempo allí, ya que creció en el seno de una familia unida, que nunca se separaba a pesar del destino laboral del progenitor. Situación que la llevó a vivir en Cartagena, Cambados, Tarifa, Formentera y, finalmente, Ribeira.

En la actualidad reside parte del tiempo en una seca Madrid, hasta que le llega el momento de acudir a su trabajo. Con 35 años es primera oficial de un buque de Salvamento Marítimo con base en Palma de Mallorca. Desde el puente de mando del Marta Mata espera el momento de intervenir cuando un peligro surge en uno de los escenarios que más peligros entraña para el ser humano, el mar. Aunque las primeras mareas fueron muy distintas.

 

Bautismo de mar

«Siempre pensé en estudiar una carrera que me permitiese viajar por el mundo y conocer gente nueva», explicó aquella que barajó ser arqueóloga o investigadora científica. Hasta que decidió que su futuro estaba más cerca de lo que ella pensaba. Cuando le dijo a su familia que quería estudiar la carrera de capitana de la marina mercante el apoyo fue abrumador. Así, al terminar el instituto se marchó a Coruña a la Escuela Técnica Superior de Náutica y Máquinas.

Terminó la carrera viendo como cada curso el número de mujeres se iba reduciendo en su titulación. En su tercer año, comenzó el período de prácticas que le llevó a partir en un barco frigorífico que realizaba la ruta de Senegal a Turquía, pasando por Canarias, Venezuela, Colombia y A Coruña. Con 20 años cumplía la primera fase de su sueño: zarpar desde el puerto de Ribeira.

Era la única mujer de toda la tripulación y así fue durante cuatro meses. A su regreso siguió estudiando, para volver por el mismo período de tiempo a otra embarcación de la misma empresa y características, pero de mayor envergadura. Su segunda travesía saldría de A Pobra en dirección a Mauritania, Turquía, Malta, Emiratos Árabes y las islas Sheychelles. Además de adquirir un valioso aprendizaje, tenía la oportunidad de conocer distintas culturas. Cuestión que se amplió cuando pasó a un barco gasero que transportaba metano desde Trinidad y Tobago a Cove Points o a Boston.

 

Salvar vidas

Tras completar la formación compaginó el último año de sus estudios con unas prácticas en el sonense Centro de Salvamento Marítimo de Finisterre. A pesar de que estaba en tierra, esa labor empezó a desvelarse como una profesión perfecta para ella. Alternaría sus primeros contratos embarcando ya como oficial de puente en otros gaseros, el Hispania Spirit, y su gemelo, el Madrid Spirit.

Tras aquella etapa, la llamaban esporádicamente para trabajar en Salvamento Marítimo, donde fue segunda oficial de un remolcador. Pero no tenía un cargo seguro, así que un día en la playa coruñesa de A Cova, conoció a una australiana que le habló acerca de la necesidad de personas con sus conocimientos en yates de lujo. No lo dudó y tras investigar por la Red y enviar currículos llegó una respuesta que no era: «No es lo que buscamos».

Durante cuatro años estuvo al cargo de las cartas náuticas del Nero y el Alexandra, dos superyates de un billonario inglés y otro ruso, respectivamente. De esta forma recorrió las ciudades costeras más bellas del Mediterráneo, hasta que al final volvió al cuerpo de rescate y se ganó un puesto fijo. Hoy puede presumir de ser la persona que dirigió los cañones de agua que sofocaron el incendio del Sorrento. Mientras sostiene a Maia, su hija recién nacida, dice: «La igualdad no es más que tener la oportunidad de ser lo que quieras».